lunes, 8 de diciembre de 2014

LA ANTICULTURA Y LA BESTIALIDAD.


2446. Se acabó el espectáculo, se acabó el canto, se acabó la música.

2447. Se cerraban las cortinas de los viejos Teatros y los actores, todos, al igual que nosotros los cantores, nos preguntábamos de dónde sacaríamos el pan.

2448. Los dueños de negocios, los empresarios, los dueños de las “Discos” (léase Discoteques), de los Cabarets, también se quedaron sin trabajo.

2449. Entonces se reunieron (no sé cómo lo hicieron porque estaba prohibido reunirse) y nombraron a un grupo, incluidos actores y cantantes, para hablar con las autoridades acerca del problema.

2450. Había quedado cesante toda la gente de la noche. Artistas, garzones, taxistas, etc.

2451. No había Restaurantes ni salas de baile, de modo que miles de familias no tenían ingresos.

2452. El Sr. Ministro recibió a los visitantes y después de escucharlos les dijo que el país no necesitaba de nosotros.

2453. Dijo que este país no necesitaba artistas, ni música, ni canto, ni lugares de baile ni nada de eso.

2454. "Si quieren trabajar, dijo, vayan a los campos a sembrar el trigo. Allí hay trabajo para todos. Hagan algo útil o muéranse de hambre".

2455. Las visitas, proclives al Régimen, se retiraron sin creer lo que habían oído.

2456. Pero así fue como se prohibió el canto y la alegría.

2457. A la "quena", sencilla flauta de caña de los indios altiplánicos, y al "charango", primitivo instrumento de la cultura andina, se les declaró, por ley, "Instrumentos concientizadores" y los militares entraron en las casas y destruyeron cientos de estos instrumentos pensando, quien sabe, que salvaban a la Patria de un terrible enemigo de dulce sonido y cristalino trino.

2458. Así fue. No fue de otra manera. La cultura caía, también, aplastada por la bota de guerra.

2459. A las mujeres se les prohibió el uso de los pantalones y a aquellas que se atrevieron a vestir a su gusto les cortaron las piernas, de esta prenda, con una tijera, en plena calle, entre las burlas y las risas de los soldados que descubrían muslos generosos y se mofaban, groseros, de las jóvenes mujeres único blanco de esta ley no escrita, dictada por un androide que se había bajado, hacía muy poco tiempo, del árbol que era su habitual domicilio.

DOMINGO EN PUNTA ARENAS

2460. Sopla el viento de Punta Arenas y escasa gente nos viene a ver.

2461. Recuerdo aquel Domingo, en Chuquicamata, cuando descubrí mi odio y me abracé a mi mujer, con una lágrima rodando por mi cara, en un camerino como este.

2462. (Pienso que tal vez no falte tanto para que los Domingos sean diferentes).

2463. Sin embargo el aplauso cariñoso, de mi pueblo, me devuelve el optimismo. Aquí está la vida. En mí está la vida.


2464. En tí está la vida y allá afuera está el camino que conduce al mañana anhelado que empezaremos a andar, hoy, apenas se apague la última nota de mi canto.


(Continuará...)