La llamada
“Clase Política”; elitista, separatista, clasista, etc., conforma un peligroso
getto que nace, exclusivamente, de las ansias de poder de sus miembros, los que
aspiran a ser superiores al resto de sus compatriotas con una superioridad
distinta a la que da el dinero o la posición social.
Ellos quieren
sentirse superiores a través del poder, detentando este poder que los demás no
poseen.
Por eso
llegan al Parlamento, e instantáneamente adquieren “fuero parlamentario” lo que
los hace casi intocables, a menos que los intente tocar algún otro político del
mismo getto pero con ideas diferentes respecto de como ven las cosas los
integrantes de aquella secta.
Todas las
desavenencias políticas ocurren entre ellos mismos y nosotros no tenemos
ninguna posibilidad de intervenir porque para ellos no existimos (aparte del
tiempo de concurrir a las urnas para mantenerlos, ingenuamente, donde están).
Un tipo
corriente nada puede contra un Senador de la República y sólo puede hacer algo
en pro de aquel Senador, cuando le da su voto, lo elige y luego queda separado
de él hasta la próxima votación.
El político
disfraza su ambición de poder con el rótulo de “servicio público” y de tanto
repetirlo termina creyéndoselo y, lo que es más penoso, creyendo que hace cosas
para el bien del país y de sus corrientes ciudadanos.
Nada más falso,
el político siempre antepone sus ambiciones personales a las del pueblo y, una
vez conseguido lo que desea para él, le da a los demás una migaja de lo
conseguido para mantenerlos contentos y conseguir que vuelvan a votar por él en
una próxima elección.
Por eso las
leyes, que ellos mismos crean, no contemplan un examen al candidato, o a los
candidatos a dichos cargos, y nadie puede saber, entonces, si el tipo está
preparado para realizar dichas funciones en buena forma, o no.
El Parlamento
está lleno de psicópatas y enfermos de la facha. Está lleno de ambiciosos
crónicos y de escaladores sociales. Pero lo más terrible es que allí están los
“dueños del país”. Los dueños de las tierras, de las riquezas naturales, de las
industrias, de los inmuebles, del dinero, etc., de modo que ¿cómo le vamos a
pedir a uno de esos legisladores que legisle en contra de sus propios
intereses?
Esto que digo
parece tan tonto y, de hecho, lo es. ¿Habrá algo más tonto que elegir a los
dueños de las pesqueras y pretender, después, que legisle a favor de los
trabajadores de las pesqueras? Habrá algo más tonto que elegir a los dueños de
la minería y pretender, después, que legislen a favor de los trabajadores de la
minería?
Una vez le
pregunté a un Diputado si le gustaría ser Senador, y me respondió: “Allá arriba
hay cinco viejos que son dueños del país y todos trabajan para sus intereses,
de modo que no tengo ninguna posibilidad de llegar a sentarme allí”.
No me extrañó
su respuesta, lo que me extrañó es que se haya sincerado. No lo esperaba de un
político.
Hace poco me
encontré con él y le pregunté si se iba a postular para un nuevo período y me
dijo que no, que estaba cansado de tanta tontería y que se iba a ir al campo a escribir
y a descansar.
Hay un pueblo
que trabaja, para que el país y el mundo se muevan, y que tiene la esperanza de
que alguno de estos políticos, algún día, llegará al poder y mejorará su
salario de hambre y su ninguneidad.
Por eso se
que la esperanza no sirve, y el voto tampoco. Estamos atrapados por los mismos
de siempre y los apellidos que se repiten, en nuestros Parlamentos, son los
mismos de hace cientos de años.
Un día
estuve, junto a un candidato, en la casa de un poblador. Había un mitin
político donde se proclamaría, oficialmente, la candidatura del mentado
servidor público. El dueño de la casa no cabía en sí de felicidad y recuerdo
que limpió la silla para que se sentara el candidato.
Afuera había
miles de personas esperando para escuchar la palabra del “mejor de todos”.
El mejor de
todos estaba conmigo y cuando nos fuimos el poblador le dio la mano, emocionado
hasta las lágrimas, y le dijo algo que nunca olvidaré: “Señor, usted ha honrado
mi modesta casa, le doy la mano con emoción porque sé que nunca más lo voy a
ver”.
NOTA: Aquel “mejor
de todos” era candidato a la presidencia de la república, fue presidente, no
pasó nada, vinieron otros y aquí estamos esperando por el próximo,. “a ver si
las cosas mejoran”.
Yo habría invitado a ese
poblador a la casa de gobierno y le hubiera vuelto a dar la mano.
Hubiera sido un lindo gesto. (Por eso es que no pertenezco a la clase
política ni soy “el mejor de todos”, soy demasiado tonto para eso).
Fragmento "El Vuelo del Pensamiento" T.F.
No hay comentarios:
Publicar un comentario