1217. Voy a contarte, un poco, de la terrible soledad del creador.
1218. De esta tristeza extraña que yo llamé, alguna vez,
"dolor glorioso" porque en estos estados encuentra el poeta, su mejor
motivación.
1219. Esta soledad acompañada no es definible, encasillable,
rotulable, y va, sin adjetivos, como la
sombra del hombre que te escribe.
1220. Siempre está allí. Tras algún gesto, tras una palabra. Tras
una repuesta.
1221. Tal vez por eso aterroriza mirar a los demás en este trance.
Escuchar lo que dicen o lo que nos contestan.
1222. Y entonces uno se va quedando solo. Paradojalmente, con su
canto de vida, se va quedando solo. Con la "Obra, Maestra", que
elogiarán un día, uno se va quedando solo.
1223. Así fue, también, cuando escribimos lo que la gente aplaude
hoy.
1224. (Es que la gente se olvidó que no servía, según ellas,
perder el tiempo haciendo poesía).
1225. Y hoy lo abrazan, a uno, y le comentan acerca de lo hermoso
del trabajo. No recuerdan, ni por un sólo segundo, que todo eso nació del dolor
que nos causaron.
1226. La soledad nos hinca el diente y nos hace sufrir, a veces.
Porque también nos muestra, en el silencio, lo que hay más allá de la nariz y
nos da esa inmensa alegría que uno escribe y escribe sin medida, porque la
torpe medida es de otros hombres.
1227. Pero la soledad es quien ordena cuando es tiempo de hacer
este trabajo. Y es así como en este "glorioso sufrimiento" el cantor
encuentra el punto de partida y ya no se detiene porque detenerse significa la
muerte.
1228. Por eso es que el amor a veces es reemplazado por el odio y
el cantor se pierde buscando la venganza y contra el mundo va porque hace
responsables, a todos los que encuentra, de aquel dolor inmenso que le causan.
1229. Y acaba, siempre, mal. Tal vez muy bien vengado. Pero aquel
que se deja llevar por el rencor es posible que nunca vuelva a sentirse
abandonado, falto de amor, de comprensión, quizás, pero será un poeta
terminado.
1230. Es difícil contarte de estas cosas porque duele enfrentarse
a la verdad. Y la verdad, en este oficio, será mi propia historia cuando me
toque partir con mis escritos.
1231. Todos mis viejos versos bajarán conmigo hasta la tumba
porque nadie podrá arrancarlos de mi corazón que es su domicilio natural.
1232. Los cuadernos con mi letra serán heredados por mis hijos y,
al final de las cuentas, se perderán o serán muy conocidos si es que alguno los
canta o los dice por ahí.
1233. La amarga verdad se ve en los ojos de los que van cantando
por el mundo y en su final, extraño y solitario, intentando parecer casi
normal, mientras la angustia, vestida de etiqueta, se presenta en la fiesta de
su muerte.
1234. El dolor de Kaffka, o de Rimbaud. El destino cruel, de aquel
García Lorca y el infeliz destierro que mató a Machado, son suficiente ejemplo
de esta cosa que te hablo.
1235. Siempre la soledad. La vieja soledad. La eterna soledad.
¿Acaso no se puede cantar acompañado?
1236. El escenario, las luces, el mundo, la hierba verde, la luna
luminosa, el sol, la estrella blanca, el mar azul, el río límpido y la fuente
de cristal, son poesía para los ojos del poeta que sufre la belleza, que
adivina el espíritu, que anhela el espíritu, pero como no está en el camino
sólo tiene el anhelo y el espíritu falta.
1237. Sólo se asoma el amor. Se asoma la belleza. Se insinúa el
milagro. Pero la gran verdad queda en el alma, encerrada entre las cuatro
paredes, oscuras, que he denominado, en estos versos, como la eterna soledad.
1238. ¿Entiendes eso? ¿Puedes entender eso? ¿No lo entiendes? ¿No?
No, no te culpo (¿por qué habría de hacerlo?) Pero sé bien que no.
(Continuará...)
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