miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL INTERROGATORIO.


2243. Camino, intentando mantenerme erguido, mientras alguien me empuja con la dura trompetilla de una metralleta, la que siento, con dolor, en mis costillas.

2244. Escucho todavía, en mis oídos la suave voz de una mujer que me dijo, mientras me metía en la boca un par de pastillas de pésimo sabor. "Ahora te van a llevar a interrogatorio de modo que trágate esto para que te ayude a soportar el dolor".

2245. Podría haber sido veneno. Pero le creí y tragué. Entonces, mientras caminaba, al encuentro de mi absurdo destino, sentí mis manos adormecidas y mi cuerpo ausente.

2246. Fui sentado en una silla (supongo) y alguien me ladró: "¡Pon las manos sobre la mesa que está delante de ti!". Yo respire profundo. Otros "interrogados" me habían dicho que eso era lo primero que hacían.
2247. ¿Cómo te llamas? (Eso era lo segundo) y antes de la respuesta aplicaban un golpe de corriente en ambas manos, para, después, volver a preguntar. Eso me habían dicho.

2248. También me habían dicho que gritara. Que eso ayudaba a soportar el dolor.

2249. (Creo que me lo dijo  el mismo soldado que me llevó hasta allí).

2250. Yo contesté mi nombre, (sentía la lengua estropajosa) y me preparé para el golpe. Pero este no llegó. ¿Cómo se llama tu padre?" etc., etc. Hasta el agotamiento contesté las mismas preguntas. Una y otra vez.

2251. A veces quería llorar y las voces se turnaban para preguntar:

2252. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?

2253. Llegó un momento en que nada me importó. Ni siquiera la muerte.

2254. Entonces comprendí que no iba a ser torturado. Que no iban a maltratar mi cuerpo. Que debía cuidar mi mente. Tal vez allí apuntaba aquel estúpido interrogatorio.

2255. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?

2256. La droga que me diera la enfermera no me dejaba pensar.

2257. De pronto estaba llorando. Había sucumbido a la tensión.

2258. Me levantaron del asiento y, con paso torpe, caminé hacia donde me indicaron.

2259. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?

2260. La venda me apretaba los ojos.  Se había dilatado mi cabeza y se había entumecido mi cerebro.

2261. No sé por qué lo hice, pero cuando me empujaban de regreso al lugar de los presos, antes de salir les di las gracias.

2262. ¿Por qué hice eso? ¿Era tanto mi miedo a la tortura? ¿Fue, eso, cobardía? ¿Debilidad? ¿Agradecimiento? ¿Consecuencia de la droga que me dio la enfermera?

2263. ¿Cuánto tiempo estuve allí? No lo sé.

2264. Un soldado me sacó la venda de los ojos y ví el sol. Ví a los hombres armados y a los otros, sucios y ensangrentados.

2265. De allí en adelante recobré mi derecho natural y no volvieron a cubrir mis ojos.

 2266. No me preguntes lo que ví. De nada serviría contarte eso. Tampoco contribuiría a nada si te dijera lo que ví.

2267. Desde entonces soy sordo y ciego, por propia voluntad.

2268. Volví a mi lugar entre los "detenidos". Drogado, convertido en un tonto, y solo.

VUELVO.

2269. De Miami al Sur. Al Hemisferio Sur. A la Octava Región de mi país, donde el grito del viejo carbonero se escucha en el aire conformando toda una sinfonía con el crujir del yugo y el chirrido de los ejes de la tosca carreta.

2270. Todavía la vida pasa por estas tierras.

2271. Los estudiantes enarbolan sus banderas y marchan en desfile gritando sus consignas.

2272. Pronto vivirá Chile una histórica gesta cuando todos marchemos a elegir Presidente.

2273. ¿QUÉ ES ESO? ¿Cómo se hace? ¿Qué significa?

2274. ¿Se acabará el horror? ¿Se acabará?

2275. Escucho los gritos de los jóvenes y pienso en ellos más que en mí.

2276. Ellos son los hombres del mañana y allí van, marchando, decididos a construirse “su” mañana.

2277. Veo futuros ingenieros, futuros profesores, futuros abogados, futuros médicos, futuros arquitectos.

2278. Esta es Ciudad Universitaria y las consignas, este día de reciente Primavera, hablan de libertad, de justicia, de igualdad.

2279. El viejo carbonero detiene su carreta, en una esquina, y pasa el desfile de jóvenes, vitales, desgranándose por la calle como río de savia nueva, limpia.

2280. El hombre, sucio de carbón, aprovecha el minuto de obligado descanso, para sacarse el sombrero y secarse, con el dorso de la mano, el sudor de la frente.

2281. No entiende. No participa. Mira, calmadamente, a la turba juvenil.

2282. ¿Será Chileno? ¿Vivirá en el mundo del mañana? ¿Será posible que su hijo sea atendido, alguna vez por un médico joven que pasó, por una esquina, un día, enarbolando una bandera y gritando: ¡Justicia! ¡Justicia!?


2283. Yo camino, lento, y siento que algo no anda bien. No sé qué es pero algo no anda bien. No encaja. No calza.. No anda bien.


(Continuará...)

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