2243. Camino, intentando mantenerme erguido, mientras alguien me
empuja con la dura trompetilla de una metralleta, la que siento, con dolor, en
mis costillas.
2244. Escucho todavía, en mis oídos la suave voz de una mujer que
me dijo, mientras me metía en la boca un par de pastillas de pésimo sabor.
"Ahora te van a llevar a interrogatorio de modo que trágate esto para que
te ayude a soportar el dolor".
2245. Podría haber sido veneno. Pero le creí y tragué. Entonces,
mientras caminaba, al encuentro de mi absurdo destino, sentí mis manos
adormecidas y mi cuerpo ausente.
2246. Fui sentado en una silla (supongo) y alguien me ladró:
"¡Pon las manos sobre la mesa que está delante de ti!". Yo respire
profundo. Otros "interrogados" me habían dicho que eso era lo primero
que hacían.
2247. ¿Cómo te llamas? (Eso era lo segundo) y antes de la
respuesta aplicaban un golpe de corriente en ambas manos, para, después, volver
a preguntar. Eso me habían dicho.
2248. También me habían dicho que gritara. Que eso ayudaba a
soportar el dolor.
2249. (Creo que me lo dijo
el mismo soldado que me llevó hasta allí).
2250. Yo contesté mi nombre, (sentía la lengua estropajosa) y me
preparé para el golpe. Pero este no llegó. ¿Cómo se llama tu padre?" etc.,
etc. Hasta el agotamiento contesté las mismas preguntas. Una y otra vez.
2251. A veces quería llorar y las voces se turnaban para preguntar:
2252. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?
2253. Llegó un momento en que nada me importó. Ni siquiera la
muerte.
2254. Entonces comprendí que no iba a ser torturado. Que no iban a
maltratar mi cuerpo. Que debía cuidar mi mente. Tal vez allí apuntaba aquel
estúpido interrogatorio.
2255. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?
2256. La droga que me diera la enfermera no me dejaba pensar.
2257. De pronto estaba llorando. Había sucumbido a la tensión.
2258. Me levantaron del asiento y, con paso torpe, caminé hacia
donde me indicaron.
2259. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu padre?
2260. La venda me apretaba los ojos. Se había dilatado mi cabeza y se había
entumecido mi cerebro.
2261. No sé por qué lo hice, pero cuando me empujaban de regreso
al lugar de los presos, antes de salir les di las gracias.
2262. ¿Por qué hice eso? ¿Era tanto mi miedo a la tortura? ¿Fue,
eso, cobardía? ¿Debilidad? ¿Agradecimiento? ¿Consecuencia de la droga que me
dio la enfermera?
2263. ¿Cuánto tiempo estuve allí? No lo sé.
2264. Un soldado me sacó la venda de los ojos y ví el sol. Ví a
los hombres armados y a los otros, sucios y ensangrentados.
2265. De allí en adelante recobré mi derecho natural y no
volvieron a cubrir mis ojos.
2266. No me preguntes lo
que ví. De nada serviría contarte eso. Tampoco contribuiría a nada si te dijera
lo que ví.
2267. Desde entonces soy sordo y ciego, por propia voluntad.
2268. Volví a mi lugar entre los "detenidos". Drogado,
convertido en un tonto, y solo.
VUELVO.
2269. De Miami al Sur. Al Hemisferio Sur. A la Octava Región de mi
país, donde el grito del viejo carbonero se escucha en el aire conformando toda
una sinfonía con el crujir del yugo y el chirrido de los ejes de la tosca
carreta.
2270. Todavía la vida pasa por estas tierras.
2271. Los estudiantes enarbolan sus banderas y marchan en desfile
gritando sus consignas.
2272. Pronto vivirá Chile una histórica gesta cuando todos
marchemos a elegir Presidente.
2273. ¿QUÉ ES ESO? ¿Cómo se hace? ¿Qué significa?
2274. ¿Se acabará el horror? ¿Se acabará?
2275. Escucho los gritos de los jóvenes y pienso en ellos más que
en mí.
2276. Ellos son los hombres del mañana y allí van, marchando,
decididos a construirse “su” mañana.
2277. Veo futuros ingenieros, futuros profesores, futuros
abogados, futuros médicos, futuros arquitectos.
2278. Esta es Ciudad Universitaria y las consignas, este día de
reciente Primavera, hablan de libertad, de justicia, de igualdad.
2279. El viejo carbonero detiene su carreta, en una esquina, y
pasa el desfile de jóvenes, vitales, desgranándose por la calle como río de
savia nueva, limpia.
2280. El hombre, sucio de carbón, aprovecha el minuto de obligado
descanso, para sacarse el sombrero y secarse, con el dorso de la mano, el sudor
de la frente.
2281. No entiende. No participa. Mira, calmadamente, a la turba
juvenil.
2282. ¿Será Chileno? ¿Vivirá en el mundo del mañana? ¿Será posible
que su hijo sea atendido, alguna vez por un médico joven que pasó, por una
esquina, un día, enarbolando una bandera y gritando: ¡Justicia! ¡Justicia!?
2283. Yo camino, lento, y siento que algo no anda bien. No sé qué
es pero algo no anda bien. No encaja. No calza.. No anda bien.
(Continuará...)
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