90. Las palomas, en el Hotel Lancaster, se arrullan al otro lado de mi ventana y hay frescura y sombra en esta habitación donde hago recuerdos de este Puerto.
91 Qué distinto este Hotel al Hotel Uruguay. Aquí la cama es blanda, la comida abundante, soy el “Señor Fernández”, llamo, soy servido y pago.
92. ¿Acaso no era un “Señor” cuando pasaba, por la puerta de este Hotel, camino al “Checo” en busca de trabajo?
93. ¿Qué hace la diferencia? ¿Los discos? ¿La fama? ¿El dinero?
94. Sin embargo sigo huérfano de amores porque mi hombre tiene mujer pero mi triste poeta no la tiene.
95. Valparaíso doloroso. La gente se levanta del asiento, en el “Fortín Prat”, y el eco de los aplausos me llena de lágrimas los ojos.
96. Ya no canto en el bar. El viejo “London” aun está en la esquina, a cien metros de aquí, yo cenaré, hoy, en Viña del Mar, en un lujoso Hotel donde podría vivir pero no quiero. Vengo al viejo “Lancaster” para estar en el Puerto, porque el viejo “Lancaster” era el Hotel de Lujo donde jamás entraron a descansar mis huesos.
97. Pero no está la “Nieves”, con su regazo blando, con su cuerpo marchito y su inmensa ternura.
98. ¿Qué vio, en mí, esa mujer que era capaz de todo, hasta de dar la vida por verme sonreír?
99. Viejo Puerto, estos versos escritos esta tarde, después de tantos años, son de amor infinito.
100. Te regalo la historia de un hombre y de sus hijos, toda su poesía y el canto de este libro.
LA CALETA.
101 La “Caleta el Membrillo” y su San Pedro Santo, amanecieron
cubiertos de neblina y una mañana de invierno, como tantas otras, se
apretujaban las mujeres a la orilla del mar
102. Y lloraban los niños sin saber qué pasaba. ¿Por qué tanto
sollozo? Pero el mar inclemente, una vez más, se tragó a un pescador y no
devolvió su cuerpo para la sepultura.
103. El pescado es el pan en la vida del hombre que vive de los
peces y que no sabe si esta mañana será la última, en el mundo.
104. “Así lloran las viudas sus lágrimas salobres esperando, en la
orilla, la vuelta de “su hombre”.
105. Yo escribía poemas mientras las notas, tristes, de las gotas
de lluvia azotaban la roca y, en una ola grande, se iba mi corazón de
aventurero pobre.
106. Al otro lado, el mundo inmenso, misterioso y al ver pasar un
barco imaginaba tierras con gente diferente, en la otra orilla, tal vez
soñando, como yo, con tanta lejanía.
107. Cuando alguien me pregunta por el amor profundo que siento
por el Puerto, tal vez en estos versos encuentre la respuesta que te puedo
contar sólo cantando.
108. Los botes en la arena, la Caleta “El membrillo”, se reparan
las redes, hay una nueva viuda, un huérfano, dos novios, una abuela, un hijo.
Así pasa la vida por los siglos y siglos.
109. Yo amaré este Puerto, mientras me quede vida, por las ciertas
razones que expongo en este libro.
PUERTO.
110. Las casas de Valparaíso fueron construidas a la orilla del
mar. Allí estuvieron por mucho, mucho tiempo. Se multiplicaron, y crecieron,
aparecieron los grandes almacenes y bodegas y los barcos llegaban y salían
mientras los hombres trabajaban en los muelles y regresaban, cantando, a sus
hogares.
111 Un día, tímidamente, una casa comenzó a trepar cerro arriba.
Luego otra y otra... y otra.
112. Así llegaron a poblar
un cerro. Luego otro y otro... y otro.
113. Así nació Valparaíso, único. Aparecieron sus escaleras y sus
ascensores para subir hasta la cumbre o bajar hasta el llano.
114. Un barco se llevó mis ilusiones, mil veces, y otro barco, mil
veces, me las trajo de vuelta.
115. Es que nunca me pude ir de este Puerto, en donde no nací pero
donde me hice poeta de la tierra.
116. Debería haberme hecho poeta de la mar, pero mi campo verde me
penaba en el alma y debo ser uno de los pocos poetas de este siglo que aprendió
a cantar al bosque escuchando el sonido de las olas.
117. Le inventábamos nombres a los bares del Puerto. Villarreal y
yo entrábamos cantando los boleros de entonces que todavía recuerdo cuando me
pongo nostálgico de tiempos y de tiempos.
118. Las canciones añejas apagaban las voces, el humo nos picaba
en la garganta y algún borracho, a veces, no mostraba interés pero era minoría
entre aplausos y vivas.
119. “Poema”, “El Ciruja”
“Cicatrices” (el tango) El “Poema 15”, de Don Pablo Neruda, eran, para esos
hombres, regalos inesperados
120. Yo me sentaba encima de una mesa y comenzaba a cantar un
viejo vals. Villarreal recogía las monedas y a veces no querían que nos
fuéramos.
121 Nos regalaban manos de amigos de una noche y nos daban comida,
bebida, y nos cuidaban.
122. “Los muchachos no toman” nos defendían de alguien que nos
tendía vino, de puro cariñoso..
123. Tiempo de andar andando. De renacer cantando, cada noche, en
el Puerto, en este Puerto mágico.
124. ¿Te acuerdas Villarreal de la “vieja Flaite”? y del “Hueveo
largo”, ¿qué me dices?. ¿Y del “M'hijita rica” que estaba ahí, a la vuelta,
donde hubiera podido quedarme para siempre?
125. Pero yo no sabía conquistar a las mujeres. Estaba demasiado
ocupado con el canto. Pero tú, Villarreal, enredado en las faldas, te me
perdías inevitablemente.
126. Siempre me pregunté: ¿Por qué tantas mujeres? No te costaba
nada liarte con alguna. Hoy que ya estamos viejos podrías confesarme cuál era
tu secreto de Don Juan infalible.
127. ¿Tal vez tus ojos claros? ¿Tu nariz prominente? Eras chico y
cuadrado, sin un peso (recuerdo). ¿Qué te veían, todas, que caían rendidas,
desde las “mariposas” hasta las más “decentes”?
128. ¿Cuántas veces tuvimos que arrancar porque habías enamorado a
la patrona? ¿Te acuerdas de eso, viejo guatón y pelado? Yo me enojaba y te
reprendía mientras tú paseabas tu juventud de cama en cama, de casa en casa, de
hotel en hotel, de hembra en hembra, de sábana en sábana.
129. Ahora, casi a los cincuenta, te confieso hermano que el
huevón era yo, que andaba enamorado de mi humilde guitarra y de un par de
canciones que abrieron muchos corazones pero piernas jamás.
130. Casi me quedo célibe de pura poesía, pero aprendí, de pronto,
y fui tu competencia. ¿Hagamos una lista de nuestras compañeras a ver si nos
alcanza el papel de la tierra?
131 Veinticinco mujeres había en Arica, Puerto, también, distinto
a aquel Valparaíso que no puedo olvidar. Aquí había millares y todas eran tuyas
porque yo tenía el defecto de enamorarme de una.
132. Así, como galán, no tenía futuro. Viejo Villarreal, hoy
visito tu casa y te veo contento y me gusta tu cara.
133. Te ha cambiado la vida (respecto a las mujeres) aun sigues en
los Bares y yo te tengo envidia. ¿Por qué no me invitas a cantar la “Rosa té”
como en los viejos tiempos cuando todo era vida, vida, vida, la sagrada vida?
134. Villarreal, tu hermano te canta con respeto. Te debo tanto
que a veces no comprendo ¿por qué nos encontramos para vivir aparte si apenas
han pasado no más de veinte años?
135. Cuando le cante al Puerto tú estarás en sus calles, en sus
piedras, sus noches, su mar, sus alegrías. Villarreal, hermano, deja que te
acompañe alguna noche, dura, con esta poesía.
136. Valparaíso es Puerto. Puerto y nostalgia mía.
(Continuara...)
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