La tristeza es una de las emociones más básicas del ser humano. Es esa sensación que nos embarga por infinitos motivos, que nos apaga y nos obliga a mirar hacia nuestra propia introspección en busca de razones y explicaciones.
Suele decirse que son precisamente las tormentas las que hacen crecer las raíces de los árboles. De ahí que a menudo se justifiquen esos instantes de tristeza como el verdadero artesano del conocimiento, ahí donde aprendemos de nosotros mismos y de donde salimos fortalecidos tras haber superado un proceso del cual hemos obtenido conocimiento para seguir adelante, para endurecer un poco más esa coraza que ofrece la vida y donde hemos de saber protegernos para responder.
Pero ¿Qué ocurre en nuestro cerebro en esos momentos? ¿Por qué nos sentimos de ese modo cuando la tristeza se instala como una tela de araña en él?
Cuando el cerebro quiere llorar
Según los expertos en psiquiatría y psicología, el cerebro se encuentra más preparado para enfrentarse a esta emoción que a cualquier otra. Si nos damos cuenta, es precisamente un rostro entristrecido el que más empatía provoca, lo reconocemos de inmediato y tendemos de algún modo a apoyar a esas personas que atraviesan dicha sensación.
La tristeza se entiende y dispone de un lenguaje propio. Además, las lágrimas actúan también como un mecanismo de defensa y desahogo, es un modo de liberar la tensión que esa emoción en particular provoca en nuestro cerebro. Pero veamos qué más factores lo determinan:
La tristeza afecta al cerebro
El organismo y el cerebro requieren más oxígeno y más glucosa durante estos procesos emocionales. Se siente estresado y colapsado de sensaciones y emociones, de ahí que necesite más “combustible” para poder funcionar… un estado que a nosotros, dado ese gasto energético, nos provoca más cansancio.
La tristeza agota y cuando estamos muy cansados ni siquiera podemos dejar caer las lagrimas. Nadie puede llorar durante un día entero, es un acto que puede realizarse en pequeños episodios, pero no de modo continuado.
Pérdida de gusto por lo dulce
Es un hecho curioso, pero cuando atravesamos estos procesos de tristeza el cerebro deja de recibir en la misma intensidad la sensación del dulce. Disminuye el número de receptores en la lengua y las personas no captamos del todo el sabor, de ahí que solamos comer más, qué busquemos más cosas dulces porque no acabamos de encontrar el mismo placer que antes.
Bajo nivel de serotonina
Cuando vivimos estos periodos de marcada tristeza, el cerebro deja de producir serotonina a un nivel que se considera adecuado. Y un déficit en este neurotransmisor supone que puedan aparecer a medio o largo plazo las temidas depresiones, las obsesiones compulsivas e incluso pequeños ataques violentos. El cerebro es una máquina compleja que, ante situaciones de estrés, ansiedad, miedos…etc, altera su producción de neurotransmisores, y esto siempre afecta a nuestra conducta.
Aprender de la tristeza
La tristeza nos permite poder aprender de lo que hemos vivido, y ese es el principal valor. El cerebro es un órgano magnifico que a largo plazo es capaz de autorregularse por sí solo. Dispone además de varios mecanismos de defensa mediante los cuales nos protege, guardando en nuestra memoria recuerdos mediante los que podemos aprender, situaciones a las que nos podemos anclar para ayudarnos a salir de las mareas de la tristeza.
El poder llorar y saber buscar apoyo en nuestro exterior son, sin duda, unos medios adecuados para superar estos estados tan comunes en la vida.
(Valeria Sabater)
CARTA PARA TUS DIAS TRISTES:
Si decides leer esta carta es porque en estos momentos tus días tristes ganan o ganaron. Quizás has perdido la ilusión, te inundan las decepciones o te encuentras rota en mil pedazos. Sea cual sea el motivo, así es como te sientes.
Antes de continuar, déjame decirte que estás líneas están escritas para que antes de leerlas busques un sitio cómodo y tranquilo. Un lugar que sea un refugio y desde el que puedas estar a solas contigo misma. Luego, necesito que por unos segundos cierres los ojos, tomes una respiración profunda y cuando estés lista comiences a leerla, sin prisas, con calma y reflexionando cada palabra… ¿Preparada?
Tienes derecho a estar triste
La vida no siempre es fácil. Estás cansada de luchar, de fingir una sonrisa cuando tu alma te pide llorar, de quedar bien con los demás… Maquillar tu tristeza se ha convertido en tu rutina y evadir el malestar ha sido hasta ahora lo que te ha permitido continuar. Pero ya no, ya no puedes más. Tu desgana es tan grande que ni siquiera eres capaz de disimular.
No pasa nada. Tienes derecho a derrumbarte. Créeme. A llorar, a gritar de dolor y a no querer sonreír si no lo sientes. A veces la vida pesa y nos desgarra sin ninguna contemplación. Tu deber no es estar siempre bien, ni ponerte un disfraz para hacérselo creer a los demás. Ten en cuenta que las máscaras también hacen heridas porque te ocultan y te ofrecen un personaje al que te puedes enganchar a cambio de traicionarte a ti misma.
En tus días tristes llora si es lo que necesitas o grita si no puedes más. Vale más expresar cómo te sientes que ahogarte en ello y que en algún momento te haga enfermar.
Sea cual sea el motivo, permítete sentir tu tristeza para desahogar todo ese dolor emocional que llevas dentro cada vez que llame tu puerta. Aceptarlo es la única manera sana de hacerlo y la forma más adecuada para comenzar a construir el puente hacia tu bienestar.
Pero no olvides que estar triste se conecta con el recuerdo y aunque este sea útil, deja de serlo cuando apoyas toda tu vida en ello. Porque aunque no seas responsable de cómo te sientes, sí lo eres de lo que haces con ello.
Abrázate fuerte, muy fuerte.
A partir de ahora olvídate de tus temores y al igual que eres valiente para no preocupar a los demás, sé valiente para sincerarte contigo y descubrir en qué punto estás. Mírate al espejo y date el amor que tantas veces se te olvida para recuperar tu bella autenticidad, esa que echaste a un lado por el bien de los demás. No tengas miedo. Lo más grave que puedes descubrir es a una desconocida frente a ti.
Si es así, abrázala, abrázate. Para reencontrarse con una misma no hay mejor medicina que el calor de sentirse querida… y eso hace tiempo que has olvidado hacerlo. Trátate con cariño, libre de juicios y críticas para recoger cada parte que tu tristeza ha hecho añicos y comprenderla.
Para ello, lo que me encantaría y esto te lo pido con mis mayores fuerzas es que por favor dejes de tratarte mal a ti misma. Sea lo que sea lo que haya sucedido recriminarte a voces o en bajito hace que tu herida sangre más fuerte.
Te será de gran ayuda perdonar tus errores, las veces que no supiste hacerlo bien y otras tantas que ni siquiera sabías cómo hacerlo. Nadie nace sabiendo. Tus equivocaciones forman parte de tu aprendizaje. Seguro que detrás de cada una de ellas ha habido un avance. Lo que sucede es que no te has dado cuenta. Lo mínimo que puedes aprender es que esa forma de hacer las cosas no es válida y ¿a quién no le gusta descartar opciones? Cada vez que lo hacemos estamos un paso más cerca.
También deja a un lado a tus queridos porqués: “¿Por qué me ha tenido que pasar a mí?”, “¿Por qué siempre es lo mismo?”, “¿Por qué se ha comportado así conmigo?“… Tan solo te seducen para que formes parte de una espiral sin salida que te aprieta el alma
La reconocerás porque está repleta de justificaciones, explicaciones y evasiones de toda clase de sentimientos y responsabilidades. Si los dejas acabarán por hacer de tus días tristes tu propia rutina. Si quieres preguntarte que sea con el cómo, el qué, el cuándo o el para qué. Será más constructivo y reparador. Créeme.
Ahora, tras abrazarte y reflexionar es el momento de volver a mirarte al espejo para reconocer a quien eres de verdad. Busca tus ojos, conecta con ellos y mientras lo haces pronuncia esta sencilla frase de dos palabras y grandes efectos: “¡Me quiero!”. Quizás te des cuenta de que has estado demasiado tiempo esperando a que alguien te valore y te quiera como esperabas. Así, olvidaste que la única persona que podía hacerlo se encontraba siempre contigo.
El sol que aparece tras esos días tristes.
Tus días tristes necesitan que los escuches para que los entiendas. Solo si lo haces, tus heridas comenzarán a cicatrizar poco a poco y el dolor comenzará a desaparecer. Comprenderlo es la clave para avanzar y el amor por ti misma la herramienta más potente que te permitirá conseguirlo.
Tus días tristes te ayudan a desconectar del exterior y a conectar contigo.
Porque, aunque tras tus días tristes el sol aparezca con pequeños destellos para no deslumbrarte y que poco a poco te vayas adaptando a su fuerza, depende de ti salir a recibirlo o, por el contrario, cubrirte con una manta para no darle la bienvenida. Lo que te propongo es es que te atrevas. Que seas valiente una vez más para sentir y comprender tu tristeza, sin dejar en el camino de ser auténtica.
(Gema Sanchez C.)
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