ARICA.
293. Las veredas apenas contenían a la gente, Vestida de colores, con caras diferentes. De pronto el mar, el morro. Llegábamos a Arica, más allá está el Perú, la tierra de los Incas.
294. Salimos a buscar una pensión. Luego un trabajo. Arica era gentes y gentes, y más gentes. Apenas se podía caminar por sus calles. Arica era Puerto Libre y todo valía nada
295. Desde Bolivia y el Perú, llegaban, por millares, los compradores de todo. Arica era día y noche.
296. No nos atrevimos a probar en el Casino, (era muy elegante). Pero estaba el “Manhattan” y el “Blue Star” y hacia allá fuimos a dar.
297. Doña Juana Medel, nos miró como a bichos raros. Nos escucho cantar y nos dijo: “Los contrato con una condición: Aquí, viven treinta mujeres y ningún hombre, si se lían con alguna, primero los echo y después los mato” (¿?)
298. Tino Ortiz en el Manhattan detrás de su escritorio, era la Juana Medel, pero al revés. Distinguido y culto nos habló muy pausado. Nos ofreció un buen sueldo y con él nos quedamos.
299. Durante un par de meses aquella fue la casa dónde todas las noches vivimos hasta el alba. Aprendimos de todos, nos hicimos artistas y camino al Perú nos perdimos de vista.
300. Los tiempos del Manhattan quedaron en la historia como hermoso recuerdo de la vida bohemia. A pesar de las drogas, de toda la miseria, es un tiempo precioso que enriqueció mi senda.
301. Aprendí que dos pesos hacen la diferencia, entre un par de personas, que parecen iguales. Y no tuve los pesos, pero fui respetado. Por eso, de ese tiempo yo fui el afortunado.
302. Gané oro, en amigos que encontré y no perdí. Todavía, ya viejos, existen por ahí. Y nada nos separa, no existen diferencias. Somos iguales que antes, sin Arica, eso sí.
303. Tal vez hayan, los años, pasado por nosotros pero somos distintos a como son los otros.
304. Freddy Tukas, el jefe, se quedó en Arica. Con un parche en un ojo sigue igual de marica. Ronnie Morgan, en Viña, es locutor de Radio (de bailar español parece grande el cambio).
305. A Mario, lo hallé preso por vender cocaína y René, en el bongó, me acompañó hace poco en un Concierto mío, cantando con mis hijos, y lo vi muy contento de sabernos amigos.
306. ¿Cómo juntarnos todos a recordar un rato? El tiempo es ilusión pero nos hace daño.
307. Terminado el contrato, en la Boite Manhattan, fuimos al Blue Star a ¡TRABAJAR!
308. Allí nos quedamos casi medio año. Nos “liamos” con las treinta mujeres y la Juana Medel ni nos echó, ni nos mató. (Nunca supimos si porque nos tomó cariño o porque se le olvidó. (¿?)
309. Una parte de mi vida se enredó en “El Trocadero” con una striptisera, tan joven como yo. De la que nació un hijo, hoy.
310. La vida se va haciendo de actos inconscientes. Se construye un mañana sin saberlo siquiera. Es que la juventud es Divino tesoro pero se acaba pronto. Yo diría “muy pronto”.
311. Un día, decididos, sacamos pasaporte y cruzamos la frontera con destino al Perú, donde mil aventuras vivimos en un año, que narraré mañana en un trabajo aparte que tal vez leas tú, y tú, y tú, y tú.
312. En Arica vendían los relojes por kilos. Todo valía nada. Volvimos al Manhattan, subimos al Casino. De riguroso smoking tocaba mi guitarra.
313. Un día mi compañero, que también era humano, como en Antofagasta se había enamorado, no soportó estar solo y con un gran abrazo se despidió de mí y allí nos separamos.
314. Me quedé sin trabajo y conocí otra vida. La bohemia era cara, pagarla no podía, de modo que pasé a vivir de prestado, tiempo desesperado que sufro, todavía.
315. Mi posibilidad de vida se llamó mujer. Ella trabajó duro, para que yo comiera. Yo hacía poesía y la tarde era bella caminando la playa con mi cuaderno a cuestas.
316. Me conseguí un trabajo “amarrando” citrolas. La Citröen Francesa, armaba sus vehículos en este Arica, loco, donde pasaba todo y allí gané unos pesos que fueron mi tesoro.
317. Trabajo duro, aquel, para mis pobres brazos hijos de la guitarra, de la noche y el canto. Endurecí los músculos, me quemé con el sol. Empecé a verme hombre y o entender que YO SOY.
318. Después, cerca del mar, había un argentino que reparaba grúas y yo era su ayudante y, entre moles de hierro, pensaba en mi destino y quería, mañana, continuar mi camino.
319. No podía cantar de artista, en ningún lado. Ni en los viejos lugares donde ya había estado. Yo era dúo de canto, prohibido ser solista. Empezó la tristeza y casi no escribía.
320. Quise hacer otro dúo y ensayé con Renato, que era músico bueno y nunca había cantado. La cosa resultó, renació la esperanza. Por ahí, en algún lado, volvería a las tablas.
321. Yo soy del escenario, de las luces, del canto. Por eso es que esta herida, que llevo, duele tanto. Han pasado los días, han pasado los años, estoy viejo de vida, pero sigo cantando.
322. Nos fuimos a Bolivia para empezar de nuevo. Yo era nuestra experiencia, Renato era el comienzo.
BOLIVIA.
323. Algún día narraré nuestra altiplánica experiencia. Nuestro debut. La gira. Los hoteles. La estafa. La cárcel. La guerrilla. Regis Debray. El Che.
CALAMA.
324. Renato Zúñiga fue un buen compañero. Regresados, a Arica, sin un sólo centavo, volvimos al Casino. Nos fuimos a Calama. Trabajamos dos meses, luego nos separamos y nunca más nos vimos, hasta pasar los años.
325. Renato era casado, prefirió el matrimonio a la errante existencia de solitario artista.
326. Los aplausos son lindos pero no valen nada si no existe razón, lo suficiente fuerte, como para dejar las cosas de este mundo y echar a andar la senda que conduce al futuro.
327. Siempre se está mirando qué hay más adelante. Se hace música y canto. Se descubren los versos detrás de cada cosa y se muere contento, un poco, en cada copla que premia los esfuerzos.
328. Quedé sin compañero, en el frío Calama, y me metí en la noche jugando a las barajas para ganarme un pan. Los naipes me ayudaron y me hice jugador, casi un poco obligado.
329. Varias veces estuve al lado de la muerte, jugando con dos Ases entre viejos tahúres, apostando la vida, en un bluff inocente que sorprendía a todos por blanco y diferente.
330. Me fue bien un buen tiempo y me querían mucho porque nunca hice trampa y gané en buena lid. La “suerte” siempre estuvo de compañera mía y este novato, flaco, sudaba y aprendía.
331. Una noche, recuerdo (olvidarla imposible) perdí lo que tenía y me quedé sin nada. Me dieron unos pesos para un corto pasaje y bajé, a Antofagasta, con mi vieja guitarra.
332. Fue breve mi pasada, por el mundo del juego. Pero aprendí que gana sólo el que se asegura, de alguna forma, el triunfo, aunque sea con trampa. (No puedo evitar pensar en los elegantes casinos) El juego siempre es sucio, así es que, el sucio gana.
ANTOFAGASTA (2)
333. Así volví a Antofagasta y al “Dorado”, bendito, donde encontré trabajo por tiempo indefinido. Mi viejo compañero, de canto y de guitarra, administraba todo así es que era “mi casa”.
334. Fui cantor de la orquesta y anunciador del show. (Parecen muy lejanos, los tiempos esos, hoy). Pero aprendí el oficio que después serviría para entrar en escena con esta inquietud mía.
335. Yo escribía canciones y, a veces, las cantaba. El viejo “Maestro Gallo”, ponía lo que faltaba y bajo mano, dura, aprendí a ser artista. A respetar mi oficio y a dominar la “pista”.
336. Ya podía pararme, en cualquier escenario. Gracias al viejo Maestro y al tiempo en el “Dorado”.
337. Allí encontré cariño y a un loco amor de Arica. Ya no estuve más sólo y comencé otra vida. Nos conseguimos casa. Engendramos un hijo y comenzó la espera del tiempo definido.
338. Yo quería olvidarme de mi origen sureño, de mi perdida vida y comenzar de nuevo. Pero no era tan fácil, como yo lo creía. Alguien trajo una carta: Mi madre se moría.
339. Me confundo en el tiempo. Se me hacen todo un lío los acontecimientos de esos años vividos, de un lado para otro, sin conocer destino. Yo intuía, ya, que había para mí algún camino.
340. Escribía canciones casi afiebradamente y empezaron, las letras de la Sabiduría, a llenar mi cuaderno de un modo tan extraño que, a veces sin pensarlo, de allí mismo aprendía.
341. Yo no sabía cantar, no sabía escribir. No sabía componer, no sabia decir. Sin embargo cantaba. Sin embargo escribía. Sin embargo decía y hacia melodías
342. Cantaba en una orquesta canciones sin sentido. Pero, dentro de mí, algo había sucedido. Había poesía en el mar, en el viento, en los amaneceres y en el seco desierto.
343. Ese que, hasta hace mucho, no me decía nada hoy era todo un mundo de música y palabras.
(continuará...)
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