Aquel día en que vi tus ojos por primera vez, fue cuando descubrí tu sonrisa nerviosa y franca. Fue entonces cuando supe que te quería para mi.
Esa mirada intensa, curiosa, ávida de saber... Mas éramos jóvenes e inexpertos y nuestros caminos no estaban preparados aun, para unirse en un solo rumbo.
Recuerdo tus besos... Recuerdo el deseo... Recuerdo tus manos... Y el viento en mi cuerpo cuando, al amanecer y como testigo de lo que quedó en un tal vez... mi carrera a volver a hundirme en esa letanía de no querernos... y fingir que no sería lo que ambos sabíamos que era nuestro anhelo.
Y la vida en espiral ascendente nos llevo al reencuentro...
Desde lejos vi tus ojos, y me perdí en ellos, una mirada familiar luego de una vida recorrida y observé que eran tan ávidos y curiosos como hace mil años, ahora llenos de un mundo antiguo... Sabios pero resignados.
Fue en ese instante en que supe que aun te quería para mi y junto con eso comprendí que te pertenecía, en alma y en cuerpo, porque en lo profundo de tu mirada no encontré límites que me negaran el vuelo... porque en esos instantes de mirarte deseaba perderme en tu abrazo... volver a robarnos un beso... y despertó el anhelo, se exacerbó el deseo y mas deseaba saberte, por primera vez necesitaba sabernos...
Es por eso que de tu mano emprendo un nuevo rumbo que ha llenado mi vida de luz, armonía, paz, dulzura, calma, amor...
Me siento plena en el regazo de tu voz y creo en ti como nunca antes creí... Pues desde hace mil años que soy de ti...
Tu Señorita (aun)
