TRANSLATE

miércoles, 25 de junio de 2014

CARTA DE UNA MADRE A SUS HIJOS

Mi querid@ hij@, el día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme.
Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor. 
Y recordar los tiempos en que eras niña@ y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormid@. 
Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niñ@. 
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperad@. 
Recuerda mi querid@, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida. 
El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. 
Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nervios@, impaciente o arrogante. 
Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches. 
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. 
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. 
Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir junt@s, te lo agradeceré. 
Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi queri@ hij@.
(Modificado del original para hijos e hijas...)

lunes, 23 de junio de 2014

CUENTO ZEN "EL BAMBÚ JAPONÉS"


Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés
Siembras las semillas, la abonas y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable

En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros 7 años, a tal punto que
El cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles

Sin embargo, durante el séptimo año , en un periodo de solo seis semanas, la planta crece mas de 30 metros.

No, la verdad es que se tomo 7 años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros 7 años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de 7 años.

El triunfo no es mas que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige cambios de acción y formidables dotes de paciencia

Tiempo…

Como nos cuestan las esperas

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…Quizás solo este echando raíces….



miércoles, 4 de junio de 2014

DE LA MEDITACIÓN


Si durante el día está usted alerta, si está atento a todo el movimiento del pensar, a lo que usted dice, a sus gestos -cómo se sienta, cómo camina, cómo habla-, si está atento a sus respuestas, entonces todas las cosas ocultas salen a la luz muy fácilmente. En ese estado de atención lúcida, despierta, todo es puesto al descubierto.

La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención.

La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un feísimo y desagradable ser humano.

Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una mente astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede hacerlo una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente y el cuerpo sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no se puede tratar de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente.

Las necesidades básicas para descubrir aquello que está más allá de la medida del pensamiento, para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres:

1) Se debe producir un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente.
2) Esta debe ser capaz de percibir con lógica y orden. 
3) Finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado.

Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales, ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente.

Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas y a su irrealidad. Uno ha de observar \"lo que es\" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.

La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta atención en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento.

La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio en el cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. Y es sólo entonces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. Esa atención, ese silencio, es un estado de meditación.

Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación. Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, todo eso forma parte de la meditación.

En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no \"cómo meditar\".

La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni imitación ni control. Una mente así, se halla, entonces, en un estado de meditación.

Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada.

Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni desagrado sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.

Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: \"¿Puedo estar atenta todo el tiempo?\" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está atenta —no hay que hacer nada más.

La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la meditación se vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad, esta misma manera de asentar las bases, es la meditación.

Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él hacia atrás tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de resistencia que consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se vuelve incapaz de captar el campo total de la vida.

El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión se queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo eterno.

Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del condicionamiento.

La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos los momentos del día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé.

Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último. No hay otro paso.



(J. Krishnamurti)

DE LA RELAJACIÓN



No estamos adaptados por naturaleza al medio en que vivimos, nuestro ecosistema fue destruido por nuestros antepasados, adaptarnos ahora exige invertir una energía de adaptación que limita nuestro potencial, de igual modo que el frío o la altura limita a un esquimal, o a un habitante de los Andes, las posibilidades quedan mermadas, ya que se exige un gasto mayor y continuo al tener que acomodarnos a un medio que no es el propio, este consumo extra pasará al inconsciente como un medio para reducir pérdidas, con lo cual más adaptación supone más inconsciencia, una adaptación total supondría una inconsciencia total.

Mas adaptación supone mas automatización, más inconsciencia, más insensibilidad, más dureza emocional, intelectual, es una castración selectiva, los más adaptados son también los más inhumanos. Si la estupidez avanza no es casual, es la aplicación de las reglas de la evolución al medio tan especial en que nos encontramos.

El hombre con su incapacidad para una inadaptación plena puede ser humano precisamente cuando se rebela contra una adaptación perfecta.

La relajación calma, para, permite observar los automatismos con claridad, con equilibrio, no es ni debe ser nunca automática, es una herramienta para el desarrollo de la conciencia, de la sensibilidad.

http://lagatitajaz.blogspot.com/2014/06/de-la-meditacion.html

MAGNANIMIDAD


El valor que nos hace dar más allá de lo que se considera normal, para ser cada día mejores sin temor a la adversidad o a los inconvenientes.
El valor de la magnanimidad es poco conocido, poco entendido y su definición formal tampoco nos lleva demasiado lejos. Todas las definiciones nos hablan de “ánimo grande” o “espíritu grande”. Nos quedan mas claros los conceptos contrarios de la magnanimidad: mezquindad, tacañería, pusilanimidad. La magnanimidad es una disposición hacia dar más allá de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad. El ánimo grande, la magnanimidad, es el valor que convierte a un simple ser humano en un héroe.


No debemos confundir una grandeza de ánimo con una motivación extraordinaria e impulsiva para realizar algo, los valores se practican independientemente del buen humor y entusiasmo con que recibimos el día y de la simpatía que tengamos por las personas.

En el momento que vivimos estamos propensos a conformarnos con lo que somos: calculadores y egoístas, orientando nuestros esfuerzos a la adquisición de bienes materiales y a la búsqueda de riqueza... para lograr esto último no hace falta magnanimidad porque la ambición es suficiente. Un ánimo grande se caracteriza por la búsqueda de su perfección como ser humano y la entrega total de su persona para servir a los demás desinteresadamente.

Un ánimo grande aleja de sí toda envidia y resentimiento; supera el temor a ser criticado por hacer algo que considera bueno; tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia y perseverancia, y sobre todo, la alegría y los buenos modales son rasgos característicos de su personalidad.

¡Qué grandeza de espíritu tiene quien sabe perdonar sinceramente!, sin detenerse a considerar la naturaleza de la ofensa o el mal recibido, comprende y olvida para vivir en armonía con sus semejantes, sabe que al liberarse de esta pesada carga enseña a los demás a vivir el perdón y está en condiciones de lograr la propia paz interior.

Para el magnánimo no existen tareas de ínfima categoría o el temor a cuidar lo que podría denominarse “buena imagen”, actúa con la convicción de cumplir con un compromiso y un deber personal: ayuda a quien goza de menor simpatía en un grupo; saluda con cortesía, cede el paso, o sirve en la mesa al empleado y al amigo por igual; se presta para mover muebles o bultos; asiste con regularidad a sus prácticas religiosas aunque en el medio en que se desenvuelve no sea bien visto. 

Toda empresa es un gran reto y las hay de todos tipos, pero las de naturaleza humana son las primeras que deben interesarnos para sacar adelante: los hijos son la empresa para los padres, los alumnos al maestro, los empleados y trabajadores al director de la compañía, el cónyuge, el amigo... ¿Acaso no tenemos deseos de verlos prosperar y ser mejores? El verdadero triunfo de la magnanimidad está en ver por el bienestar de los demás sin medirlos por el beneficio material que puedan retribuir.

Muchas veces pretendemos que las personas mejoren por sí mismas, nos concentramos tanto en sus defectos de carácter, fallas, errores y los convertimos en pretexto para dejar de ayudarlos, nos falta empeño para corregirlos, enseñarles y hacerles entender lo que haga falta para que salgan de esa situación que tanto les afecta. Si son muchos los inconvenientes que vemos en quienes nos rodea, es mucho lo que tenemos que trabajar personalmente en la magnanimidad, para comprender mejor, para servir más...

Sería absurdo pensar que este valor excluye otras realidades de nuestra vida, que también son empresas y retos a alcanzar, como perfeccionar y acrecentar nuestros conocimientos, aspirar a un mejor puesto laboral y alcanzar una posición económica desahogada. ¿Es que estas aspiraciones van en contra de la magnanimidad? Por supuesto que no, se desvirtúan por la intención con que se realizan. Todo aquello a lo que aspiramos, dinero, conocimientos, posición, influencia, deben tener como finalidad un servicio para el prójimo.

Es muy difícil entender el servicio si pensamos únicamente en un beneficio inmediato y personal, lo correcto es enfocar nuestro esfuerzo para traspasar las fronteras del egoísmo: si tengo más conocimientos puedo servir mejor a la empresa o a mi país, porque mejoraré sustancialmente mi trabajo y seré más productivo; al obtener un mejor puesto, estoy en condiciones de llevar a la empresa a un mejor nivel y ofrecer superiores condiciones de empleo; al ganar más, puedo ahorrar, invertir, asegurar el patrimonio familiar y la educación de los hijos.

Consideremos que para lograr una grandeza de ánimo es necesario:

- Cada día y a lo largo del mismo pregúntate: ¿Para qué hago esto? ¿Quiénes se benefician? ¿Puedo hacerlo mejor?

- Haz el propósito de prestar al menos un servicio diariamente en casa, escuela, oficina o a los amigos. No olvides en tu lista: hacer lo que más te disgusta o incomoda y a quien menos te simpatiza.

- Hoy mismo decídete a olvidar tus resentimientos, envidias y juicios negativos respecto a los demás. 

- Comienza hoy a mejorar tus modales y ten más cortesía con todos por igual.

- Aprende a soportar las contrariedades con serenidad y a dominar la tristeza que pudiera generarse: comentarios negativos hacia tu persona, sean ciertos o no; el contratiempo profesional o escolar; el negocio que no se realizó...

La magnanimidad es un excelente medio para robustecer nuestra comprensión, el espíritu de servicio, la generosidad, el perdón y el optimismo. Todas nuestras acciones se ennoblecen cuando están al servicio de los demás: el consejo, la ayuda, la compañía y hasta el mismo trabajo, son los medios ordinarios que tenemos al alcance para hacer de nuestras labores y aspiraciones algo grande, algo fuera de lo común, algo que pocos están decididos a hacer.