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martes, 5 de mayo de 2015

Yo no bailo por bailar


 GRACIAS A TODAS Y CADA UNA DE MIS BELLAS IBNATI (HIJAS DE LA DANZA) SIN USTEDES NADA SERÍA POSIBLE NI IGUAL. 


“Yo no bailo por bailar”

A mi madre y hermanas de la danza

¿Por qué bailo? Me pregunto hoy. Hay algo hermoso es poder expresar esos sentimientos que cada día oculto en el mundo académico donde me he desenvuelto. Porque hay una emoción tan intensa, un vértigo maravilloso antes de un montaje. El día de mi única presentación compartíamos con mis amigas de la danza las maripositas en el estómago que se parecen a esa sensación de darle el primer beso a un hombre que te fascina.
 Me ha costado mucho en mi vida hacer amigas y relacionarme con otras mujeres. Un día conversábamos con mi tía y mi pareja acerca de las preguntas de inmigración que nos harían si tuviésemos que aprobar una entrevista en un país extranjero para corroborar si nuestra relación es verdadera.
_¿Cuál es la mejor amiga de la Ely? – preguntó
Tras mucho pensarlo llegaron a una conclusión “La Ely no tiene una mejor amiga. Tiene un mejor amigo que es el Edson”
 Una de las cosas que me ha reglado la danza es conectarme con mi propia femineidad y la de otras mujeres hermosas con quienes he compartido. Porque los lazos que hemos construido bailando son de colaboración, de cooperación, de trabajar juntas como compañeras, apoyarnos las unas a las otras, animarnos y eso ha sido un tesoro, algo escaso y valioso.
 El día de la presentación nos prestamos de todo, entre nosotras nos maquillamos, nos alisamos el pelo, nos ayudamos a arreglar el vestuario, y nos animamos porque las mujeres vivimos llenas de complejos por los prototipos impuestos acerca de cómo deberían ser nuestros cuerpos. La alegría de hacer un trabajo con todo el corazón y lograr una puesta en escena donde cada una entrega lo mejor de si. Conocí lo mejor de lo femenino gracias a estas lindas congéneres con quienes he tenido esta experiencia.
 Hay veces en que la vida se pone triste, pero al bailar vuelvo a conectarme con la belleza que hay en ella. Se que la danza y la vida tienen mucho en común. En ambas si nos esforzamos y nos entregamos a nuestros sueños, si nos arriesgamos podemos alcanzarlos. Se requiere de una valentía tremenda subirse a un escenario sin experiencia y vencer el miedo al ridículo. Enfrentar los temores para ahuyentarlos.
 En la danza dos segundos de desconcentración y te perdiste. Pero sólo tú lo notas. He aprendido a no angustiarme con mis errores ni bailando ni en la vida, todo se puede arreglar, enmendar, siempre podemos volver a comenzar siendo también benevolente con nosotras mismas, aceptando que pese a todo el trabajo nada ni nadie es perfecto y amar la vida así como es.
Me he dedicado a enseñar desde joven y puedo reconocer en mi profesora Jaz esa pasión por lo que hace. He aprendido mucho de pedagogía que he podido internalizar en mi propia práctica profesional. Cuando la conocí a Jaz fue en la presentación de una amiga que bailaba con ella. Me pareció increíble que una mujer pudiese motivar a un grupo tan grande de personas a realizar un montaje tan lindo tenía algo que yo debía conocer. Una de las cosas que aprendí estudiando pedagogía es que cada uno aprende cosas diferentes, a distintos ritmos y que no es provechoso intentar estandarizar los resultados de los estudiantes. Jaz siempre deja que toda persona que quiera bailar lo haga independientemente de lo que sepa, de la experiencia que tenga y es capaz de sacar lo mejor de cada una. Yo quiero ser una profesora así también. Antes me frustraba cuando me esmeraba en enseñar algo y a mis alumnos se les olvidaba. Hoy ya no tengo esa obsesión por controlarlo todo. La vida es imperfecta y hermosa a la vez.
 Gracias a mis compañeras de la danza y de la vida por todo lo que he aprendido junto a ustedes. Las quiero mucho chicas."
 Por Elizabeth Grünholz M.



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