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lunes, 16 de octubre de 2017

CIEN CUARTETAS POR SABIDURIA.


CIEN CUARTETAS POR SABIDURÍA.

344. Caminando por el mundo, 
buscando sabiduría, 
aprendí que todo llega, 
por ley natural, de arriba.

345. Y no me refiero al cielo 
cuando digo “Desde arriba”, 
sino al escalón más alto 
que se sube en esta vida.

346. Porque la vida, en peldaños, 
nos va entregando su esencia 
y hay que subir con trabajo 
esfuerzo y mucha paciencia.

347. Quien quiera subir a saltos, 
a saltos puede subir, 
pero en un salto mal dado 
también se puede morir.

348. Y es difícil calcular 
la distancia entre peldaños, 
pues no se puede medir 
en metros, en fuerza, ni años.

349. Por eso no hay que saltar 
y hay que irse con precaución, 
porque un pié, que esté bien puesto, 
evitará un resbalón.

350. El hombre debe de dar 
su trabajo honestamente 
y luego debe exigir
 lo que vale, solamente.

351. Aquel que pide de más, 
por lo que haya trabajado, 
lo devolverá con creces 
y terminará arruinado.

352. En el puerto yo cantaba 
entre marinos curtidos, 
que una moneda me daban 
por el canto recibido.

353. Pero eso era suficiente. 
Una moneda por canto, 
así era justa la cuenta 
tanto canto, gano tanto.

354. O dicho de otra manera, 
para que más claro esté, 
la cosa era facilita: 
Yo canté y eso gané.

355. Sin embargo yo era “pillo”
y sembraba p'a mañana, 
después que me habían pagado 
una de más les cantaba.

356. Así aprendí que en la vida, 
esta que andamos viviendo, 
uno no debe deber, 
mejor que le estén debiendo.

357. Un día no me pagaron, 
pero a mí no me importó 
y en otro bar un borracho
 veinte dólares me dio.

358. Tanta plata por un canto 
no es injusticia señor, 
ese hombre me estaba dando 
lo que el otro me negó.
359. Son secretos de la vida, 
si yo me hubiera enojado,
porque el otro no me dio, 
nadie más me hubiera dado.

360. Un pelícano volaba, 
a ras del agua, callado, 
de pronto dio un picotazo 
y se comió su pescado.

361. Del pelicano aprendí 
que para encontrar pescado, 
hay que volar muy bajito 
y hay que quedarse callado.

362. Que otros digan lo que digan, 
yo paso por donde voy 
levanto la voz y canto, 
tomo lo justo y me voy.

363. Pero antes de irme, mi amigo, 
cumplo con lo averiguado: 
canto un canto por mi cuenta 
y el sitio queda sembrado.

364. Aprendí de los borrachos, 
más que de los que no toman, 
porque los sobrios se esconden 
y los borrachos se asoman.

365. El borracho nos conversa, 
de las cosas de la vida.  
El otro nos tiene miedo 
y hace su vida escondida.

366. Una calle me enseñó 
que duele ser aplastado 
pero que tiene la culpa 
el que acepta ser pisado.

367. En un barco que zarpaba, 
se fueron mis ilusiones, 
yo, con ilusiones nuevas,
llenaba dos corazones.

368. Así aprendí que los hombres 
deben desilusionarse, 
sacarse lo que no sirve 
y volver a ilusionarse.

369. Porque el que ilusión mantiene 
dentro de su corazón, 
vivirá siempre contento 
adentro de una canción.

370. Yo como soy cancionero 
todo lo mido en canciones, 
pongo los hechos primero 
y después las intenciones.

371. Recién andando p'al Norte 
aprendí que un pirquinero 
no puede encontrar el oro 
si no trabaja primero.

372. Eso fue en Andacollo, 
p'arriba de la Serena, 
una ciudad muy bonita 
que hizo González Videla.

373. Y este González Videla, 
ejemplo p'a mucha gente, 
junto a Don Pablo Neruda 
llegó a ser el Presidente.

374. Nos dejó gran enseñanza, 
este señor aludido, 
cuando traicionó Neruda 
y lo declaró bandido.

375. Después traicionó a su pueblo, 
y lo siguió traicionando, 
por eso es que los traidores 
lo viven homenajeando.

376. De eso aprendí que un traidor, 
según el cristal del lente, 
puede ser un gran Señor 
p'al ojo de mucha gente.

377. Por eso cuando camino, 
con mi canto, por la calle, 
limpio mis lentes primero 
antes de mirar a nadie.

378. No sea cosa mi amigo 
que por alguna basura 
que haya en mis ojos termine 
viendo fea la hermosura.
379. El hombre que no se enoja 
es un hombre de verdad 
y cosa que se proponga 
seguro conseguirá.

380. Sin embargo el enojón 
perderá, en segundo y medio, 
lo que hubiera conseguido 
cuando estaba de buen genio.

381. Eso lo aprendí de un burro 
que mientras más se enojaba, 
por mucho que no quería, 
la carga era más pesada.

382. Y de una mula paciente, 
que era como prima hermana, 
aprendí que al buena gente 
le dan carga más liviana.

383. Así pues mi amigo, entonces, 
déjese de ser gruñón
y verá como la vida 
se convierte en bendición.

384. Los cactus son espinudos 
y muy feos por fuera, 
pero por dentro son de agua 
p'a que de sed no te mueras.

385. Entonces se va aprendiendo 
que hay que buscar en el centro, 
pues no vale lo de afuera 
sino lo que existe adentro.

386. El desierto enseña mucho, 
la cuestión está en fijarse 
pues hasta las piedras sirven, 
a veces, para sentarse.

387. Una noche dormitando, 
debajo de algún pimiento, 
meditando, meditando, 
me acerqué al conocimiento.

388. Así aprendí que estar solo 
no es malo como parece 
y entonces, de tanto en tanto, 
ese acto debe de hacerse.

389. Puesto que en la soledad 
puede salvar el abismo 
el hombre cuando se encuentra 
de frente consigo mismo.

390. Allí no existe la duda 
y el hombre se vuelve diestro, 
pues no cabe duda alguna 
que uno es el mejor Maestro.

391. Conocí  lagos de sal, 
que a lo mejor no conoces. 
Esos lagos son espejos 
donde se miran los Dioses.

392. Los Dioses vienen de arriba, 
en unas naves de luz. 
A mí me tocó encontrarlos, 
mañana puedes ser tú.

393. En el desierto reseco 
se aprende que caminando 
es la única manera 
de hallar lo que andas buscando.

394. Porque si te quedas quieto, 
aparte de no avanzar, 
seguro que eso que buscas 
jamás lo vas a encontrar.

395. Un día el sol me quemaba 
y de quemarme me hería 
porque yo no aprovechaba 
la vida que me ofrecía.

396. Así aprendí de los Centros 
para absorber su calor 
y me llené de energía 
caminando bajo el sol. 

397.Me defendí de la luna, 
las noches de luna llena, 
porque aprendí que la luna 
fuerza que pilla se lleva.

398. Un ciego podría ver, 
y un sordo podría oír, 
si supiera estos secretos 
que te acabo de decir.
399. Pero debo disfrazarlos 
para que no los encuentre, 
algún hijo mal nacido 
que los use p'a joderte.

400. Porque también aprendí 
a conocer quien es quien, 
allí en el ojo derecho 
las intenciones se ven.

401. Cuando crucé la frontera 
y me alejé del país, 
aprendí que el hombre tiene 
un lugar y una raíz.

402. Entonces supe que nadie 
jamás va a poder lograr 
desenterrar, en la vida, 
su raíz de su lugar.

403. ‘Tando lejos de la Patria 
me enfermé de padeceres 
porque entonces no sabía, 
que uno está donde uno quiere.

404. Así aprendí que aunque no haya 
una casa, que me aloje, 
yo puedo estar en la mía 
el día que se me antoje.

405. Con sólo cerrar los ojos 
uno va donde uno quiere 
pues el alma vuela, viva, 
mientras el cuerpo se muere.

406. Es por eso que dormido 
se puede viajar muy lejos, 
(entre líneas, escondidos, 
varios secretos te dejo).

407. Un día bajo de un árbol 
me encontraba recordando 
y aprendí que los recuerdos 
uno los va acomodando.

408. Entonces si no nos sirve 
un recuerdo, acomodado, 
hay que vivir el presente 
y lo pasado, pasado.

409. El hombre que se ha perdido 
sólo se vuelve o encontrar 
desandando los caminos 
que le ha dado por andar.

410. El hombre que alza la mano 
p'a golpear a una mujer, 
de cadenas se ha cargado 
y de grilletes también.

411. Y el otro que use sus manos 
para curar sus heridas 
tendrá el mundo de regalo 
multiplicando su vida.

412. Los árboles en el bosque 
no se juntan demasiado
p'a que no los bote el viento
y siguen, allí, parados.

413. Los hombres no entienden eso 
y se abrazan sin motivo 
viene el viento, los derriba, 
y los deja sin sentido.

414. Por eso no puede el hombre, 
como el bosque, ser eterno 
porque una chispita sola 
lo convierte en un infierno.

415. Indefensa criatura, 
el hombre y los hijos suyos, 
prisionero, eternamente, 
del pecado del orgullo.

416. Andando voy aprendiendo 
que si escribiera un listado 
no me cabría en un libro, 
la lista de sus pecados.

417. Se enferma, el hombre, de todo, 
luego se vuelve o enfermar 
y no se mejora nunca, 
porque no quiere sanar.

418. Para no enfermarse nunca 
se debe cuidar el sueño,
comer una dieta justa 
y hacer ejercicio es bueno.
419. P'al insomnio, por ejemplo, 
basta una lechuga, hervida, 
se bebe el agua caliente 
y el sueño viene enseguida.

420. Si de diabetes se trata 
la hoja de la morera 
purificando tu sangre 
te dará una vida nueva.

421. Y si alguno de tus hijos 
retrasa su crecimiento, 
pescado durante un año  
es el mejor tratamiento.

422. La bella naturaleza 
provee lo necesario 
para que el hombre florezca 
puro, hermoso, bueno y sano.

423. Y si miras hacia el cielo, 
los astros y las estrellas 
te darán la pauta, justa, 
para una vida más bella.

424. Todo esto que yo te cuento 
caminando lo aprendí 
y creo un trabajo bueno 
escribirlo para ti.

425. Te voy a dar un secreto, 
si te encuentras aburrido 
cierra los ojos y escucha, 
el mundo de los sonidos.

426. Descubrirás con sorpresa 
que escuchas cada vez más, 
entonces abre los ojos 
y te desaburrirás.

427. Si estás un poco nervioso 
debes poner atención 
“Al respirar lentamente 
se aquieta tu corazón”.

428. Respira por la nariz, 
nunca lo hagas por la boca, 
porque la imaginación 
a veces seguro se vuelve loca.

429. El que ronca cuando duerme 
tiene un destino fatal 
está bajando la escala 
de evolución natural.

430. En el centro de tus ojos 
está todo lo que sabes, 
si encuentras estos secretos 
no se los cuentes a nadie.

431. Camina sobre la tierra 
despojado de zapatos 
y verás como tu cuerpo 
gana energía p'a rato.

432. Pon atención a tu cuerpo, 
tu columna vertebral 
guarda un secreto, precioso, 
que debes averiguar.

433. Si de pronto te parezco 
un poquito misterioso 
es porque el conocimiento 
es sólo para unos pocos.

434. Eso lo dijo Jesús, 
hace muchísimos años, 
de modo que lo que yo hago 
no tiene nada de extraño.

435. Dijo en palabras sencillas, 
el hombre de Galilea,
el que tenga oídos que oiga 
y el que tenga ojos que vea.

436. Por eso estas cien cuartetas 
escritas en este día 
tienen la rima por fuera 
pero la verdad escondida.

437. Es la única manera 
de encontrar a los que son, 
porque la verdad es que existen 
dos pares en un millón.

438. Y con un par es bastante 
para un mundo nuevo hacer, 
sobre todo si ese par 
es un hombre y su mujer.

439. Así me voy despidiendo, 
de esta parte de la historia, 
y espero te guardes algo, 
de lo dicho, en la memoria.

440. Porque uno siempre se acuerda 
de las cosas inservibles 
y se olvida, en dos segundos, 
de todo aquello que sirve.

441. Pero trabajé contento 
contando mis experiencias 
y hablando de lo aprendido 
a través de la conciencia.

442. Andando se aprende mucho 
porque viviendo el camino 
se puede aprender la vida 
y construir un destino.

443. Y por si alguno supone 
que, por saber, soy perfecto 
en la cuarteta final 
te digo lo que es correcto.

444. Si yo hubiera PRACTICADO 
lo que el camino me dio, 
yo ya no sería un hombre, 

hoy día sería un Dios.

(Continuará...)

Arica / Calama / Antofagasta



ARICA.

293.  Las veredas apenas contenían a la gente, Vestida de colores, con caras diferentes. De pronto el mar, el morro. Llegábamos a Arica, más allá está el Perú, la tierra de los Incas.

294. Salimos a buscar una pensión. Luego un trabajo. Arica era gentes y gentes, y más gentes. Apenas se podía caminar por sus calles. Arica era Puerto Libre y todo valía nada

295. Desde Bolivia y el Perú, llegaban, por millares, los compradores de todo. Arica era día y noche.

296. No nos atrevimos a probar en el Casino, (era muy elegante). Pero estaba el “Manhattan” y el “Blue Star” y hacia allá fuimos a dar.

297. Doña Juana Medel, nos miró como a bichos raros. Nos escucho cantar y nos dijo: “Los contrato con una condición: Aquí, viven treinta mujeres y ningún hombre, si se lían con alguna, primero los echo y después los mato” (¿?)

298. Tino Ortiz en el Manhattan detrás de su escritorio, era la Juana Medel, pero al revés. Distinguido y culto nos habló muy pausado. Nos ofreció un buen sueldo y con él nos quedamos.

299. Durante un par de meses aquella fue la casa dónde todas las noches vivimos hasta el alba. Aprendimos de todos, nos hicimos artistas y camino al Perú nos perdimos de vista.

300. Los tiempos del Manhattan quedaron en la historia como hermoso recuerdo de la vida bohemia. A pesar de las drogas, de toda la miseria, es un tiempo precioso que enriqueció mi senda.

301. Aprendí que dos pesos hacen la diferencia, entre un par de personas, que parecen iguales. Y no tuve los pesos, pero fui respetado. Por eso, de ese tiempo yo fui el afortunado.

302. Gané oro, en amigos que encontré y no perdí. Todavía, ya viejos, existen por ahí. Y nada nos separa, no existen diferencias. Somos iguales que antes, sin Arica, eso sí.

303. Tal vez hayan, los años, pasado por nosotros pero somos distintos a como son los otros.

304. Freddy Tukas, el jefe, se quedó en Arica. Con un parche en un ojo sigue igual de marica. Ronnie Morgan, en Viña, es locutor de Radio (de bailar español parece grande el cambio).

305. A Mario, lo hallé preso por vender cocaína y René, en el bongó, me acompañó hace poco en un Concierto mío, cantando con mis hijos, y lo vi muy contento de sabernos amigos.

306. ¿Cómo juntarnos todos a recordar un rato? El tiempo es ilusión pero nos hace daño.

307. Terminado el contrato, en la Boite Manhattan, fuimos al Blue Star a ¡TRABAJAR!

308.  Allí nos quedamos casi medio año. Nos “liamos” con las treinta mujeres y la Juana Medel ni nos echó, ni nos mató. (Nunca supimos si porque nos tomó cariño o porque se le olvidó. (¿?)

309. Una parte de mi vida se enredó en “El Trocadero” con una striptisera, tan joven como yo. De la que nació un hijo, hoy.

310. La vida se va haciendo de actos inconscientes. Se construye un mañana sin saberlo siquiera. Es que la juventud es Divino tesoro pero se acaba pronto. Yo diría “muy pronto”.

311. Un día, decididos, sacamos pasaporte y cruzamos la frontera con destino al Perú, donde mil aventuras vivimos en un año, que narraré mañana en un trabajo aparte que tal vez leas tú, y tú, y tú, y tú.

312. En Arica vendían los relojes por kilos. Todo valía nada. Volvimos al Manhattan, subimos al Casino. De riguroso smoking tocaba mi guitarra.

313. Un día mi compañero, que también era humano, como en Antofagasta se había enamorado, no soportó estar solo y con un gran abrazo se despidió de mí y allí nos separamos.

314.  Me quedé sin trabajo y conocí otra vida. La bohemia era cara, pagarla no podía, de modo que pasé a vivir de prestado, tiempo desesperado que sufro, todavía.

315. Mi posibilidad de vida se llamó mujer. Ella trabajó duro, para que yo comiera. Yo hacía poesía y la tarde era bella caminando la playa con mi cuaderno a cuestas.

316. Me conseguí un trabajo “amarrando” citrolas. La Citröen Francesa, armaba sus vehículos en este Arica, loco, donde pasaba todo y allí gané unos pesos que fueron mi tesoro.

317. Trabajo duro, aquel, para mis pobres brazos hijos de la guitarra, de la noche y el canto. Endurecí los músculos, me quemé con el sol. Empecé a verme hombre y o entender que YO SOY.

318. Después, cerca del mar, había un argentino que reparaba grúas y yo era su ayudante y, entre moles de hierro, pensaba en mi destino y quería, mañana, continuar mi camino.

319. No podía cantar de artista, en ningún lado. Ni en los viejos lugares donde ya había estado. Yo era dúo de canto, prohibido ser solista. Empezó la tristeza y casi no escribía.

320. Quise hacer otro dúo y ensayé con Renato, que era músico bueno y nunca había cantado. La cosa resultó, renació la esperanza. Por ahí, en algún lado, volvería a las tablas.

321. Yo soy del escenario, de las luces, del canto. Por eso es que esta herida, que llevo, duele tanto. Han pasado los días, han pasado los años, estoy viejo de vida, pero sigo cantando.

322. Nos fuimos a Bolivia para empezar de nuevo. Yo era nuestra experiencia, Renato era el comienzo.
BOLIVIA.

323. Algún día narraré nuestra altiplánica experiencia. Nuestro debut. La gira. Los hoteles. La estafa. La cárcel. La guerrilla. Regis Debray. El Che.

CALAMA.

324. Renato Zúñiga fue un buen compañero. Regresados, a Arica, sin un sólo centavo, volvimos al Casino. Nos fuimos a Calama. Trabajamos dos meses, luego nos separamos y nunca más nos vimos, hasta pasar los años.

325. Renato era casado, prefirió el matrimonio a la errante existencia de solitario artista.

326. Los aplausos son lindos pero no valen nada si no existe razón, lo suficiente fuerte, como para dejar las cosas de este mundo y echar a andar la senda que conduce al futuro.

327. Siempre se está mirando qué hay más adelante. Se hace música y canto. Se descubren los versos detrás de cada cosa y se muere contento, un poco, en cada copla que premia los esfuerzos.

328. Quedé sin compañero, en el frío Calama, y me metí en la noche jugando a las barajas para ganarme un pan. Los naipes me ayudaron y me hice jugador, casi un poco obligado.

329.  Varias veces estuve al lado de la muerte, jugando con dos Ases entre viejos tahúres, apostando la vida, en un bluff inocente que sorprendía a todos por blanco y diferente.

330. Me fue bien un buen tiempo y me querían mucho porque nunca hice trampa y gané en buena lid. La “suerte” siempre estuvo de compañera mía y este  novato, flaco, sudaba y aprendía.

331. Una noche, recuerdo (olvidarla imposible) perdí lo que tenía y me quedé sin nada. Me dieron unos pesos para un corto pasaje y bajé, a Antofagasta, con mi vieja guitarra.

332. Fue breve mi pasada, por el mundo del juego. Pero aprendí que gana sólo el que se asegura, de alguna forma, el triunfo, aunque sea con trampa. (No puedo evitar pensar en los elegantes casinos) El juego siempre es sucio, así es que, el sucio gana.

ANTOFAGASTA (2)

333. Así volví a Antofagasta y al “Dorado”, bendito, donde encontré trabajo por tiempo indefinido. Mi viejo compañero, de canto y de guitarra, administraba todo así es que era “mi casa”.

334. Fui cantor de la orquesta y anunciador del show. (Parecen muy lejanos, los tiempos esos, hoy). Pero aprendí el oficio que después serviría para entrar en escena con esta inquietud mía.

335. Yo escribía canciones y, a veces, las cantaba. El viejo  “Maestro Gallo”, ponía lo que faltaba y bajo mano, dura, aprendí a ser artista. A respetar mi oficio y a dominar la “pista”.

336. Ya podía pararme, en cualquier escenario. Gracias al viejo Maestro y al tiempo en el  “Dorado”.

337. Allí encontré cariño y a un loco amor de Arica. Ya no estuve más sólo y comencé otra vida. Nos conseguimos casa. Engendramos un hijo y comenzó la espera del tiempo definido.

338. Yo quería olvidarme de mi origen sureño, de mi perdida vida y comenzar de nuevo. Pero no era tan fácil, como yo lo creía. Alguien trajo una carta: Mi madre se moría.

339. Me confundo en el tiempo. Se me hacen todo un lío los acontecimientos de esos años vividos, de un lado para otro, sin conocer destino. Yo intuía, ya, que había para mí algún camino.

340. Escribía canciones casi afiebradamente y empezaron, las letras de la Sabiduría, a llenar mi cuaderno de un modo tan extraño que, a veces  sin pensarlo, de allí mismo aprendía.

341. Yo no sabía cantar, no sabía escribir. No sabía componer, no sabia decir. Sin embargo cantaba. Sin embargo escribía. Sin embargo decía y hacia melodías

342. Cantaba en una orquesta canciones sin sentido. Pero, dentro de mí, algo había sucedido. Había poesía en el mar, en el viento, en los amaneceres y en el seco desierto.

343. Ese que, hasta hace mucho, no me decía nada hoy era todo un mundo de música y palabras.

(continuará...)


domingo, 15 de octubre de 2017

DESIERTO / ANTOFAGASTA / EL CANTOR



DESIERTO, HACIA ANTOFAGASTA.

227. Voy por el desierto caminando. Sueño que paso a paso voy hundiendo la arena, la tierra seca de milenios sin lluvia, los cerros sin un árbol, sin un verde de hierba.

228. Yo que nací en el Sur me siento, aquí, perdido y camino y camino bajo el sol, en el día, que reseca mis labios y me duele en los ojos. Paso a paso, gastada, se va yendo mi vida.
229. La noche, en el desierto, es más bella que bella. Se levanta una mano y se coge una estrella. La luna es una luna redonda y amarilla y mi sueño de niño la toma y la acaricia.

230. Luna del Norte, seco, eres como una madre. Pálida y luminosa. Hermosa, muy hermosa.

ANTOFAGASTA.

231 Antofagasta es la perla. La perla de este Norte. Sentados en la plaza del Mercado, con un huérfano peso en los bolsillos, el estómago vacío y la terrible desesperanza, nos mirábamos y nos preguntábamos: ¿qué haremos?

232. Se nos acercó un tipo de cara sospechosa, de cuerpo sospechoso, de actitud sospechosa y, mirando sospechosamente a todos lados, nos ofreció un bluejeans americano.

233. Contrabando sacado desde algún barco perdido, porque Antofagasta es puerto grande y atracan, también allí, los marineros que vienen, desde lejos, en sus barcos gigantes.

234. Creo que no había,  en toda esa plaza, peores clientes que nosotros ese día de sol y esa tarde de hambre.

235. Nos reímos, con ganas,  del vendedor ladrón, luego le conversamos  de nuestra situación.

236. Nos dijo: “Si me dan algo de lo que ganen yo los llevo a un lugar  donde pueden cantar  y tal vez algo pase”. 

237. No nos creía mucho pero no me importaba, la cosa era distinta con canto y con guitarra. Villarreal le dio el peso que teníamos a un pequeño muy pobre que pasó a ser muy rico. (Por lo menos un peso había en sus bolsillos) en los nuestros ni migas, de añejo pan, teníamos.

238. Seguimos al fulano por cuadras y más cuadras, se había hecho de noche y seguíamos andando detrás de aquel tipejo pequeño, sucio y flaco, que nos llevaba lejos del Centro y del Mercado.

239. Por fin, después de tiempo, a destino llegamos. Pleno barrio de putas, Restaurante “El Dorado”. Leí “Casa de Cena” en un viejo letrero que se venía al suelo de viejo y de gastado. 

240. Entró a hablar con el dueño (el tipo extraño aquel) y salió muy contento “entren y canten”, dijo. Nosotros, con el hambre bárbara que teníamos, entramos y cantamos, con el alma en un hilo.

241. A la cuarta canción una bella señora salió, desde una mesa, con un plato en la mano y le dijo a todo el mundo: “¡A ponerse muchachos! y nos sirvió un montón de billetes al plato” (¿?)

242. Después, en una mesa, nos sirvieron comida. Me dieron un “Rossinni”, que yo no conocía, pero no me importaba al fin era comida, con vino de la casa cambiado por bebidas.

243. La señora era esposa del dueño de una Radio, llamada “Libertad”, donde nos contrataron. El dueño de la “Casa de Cena” también nos contrató y nos sobró el trabajo.

244. En una sola noche solucionamos todo. No dieron hasta casa. Cantamos otro poco, nos “juntaron” más plata (parecía mentira) y el tipejo del cuento tomó lo que quería. Se despidió de todos (era muy conocido) se marchó a alguna parte y nunca más lo vimos. 

245. Así Antofagasta nos recibió, mi amigo, con los brazos abiertos y cambió mi destino, porque fue en esa tierra cuando, un día cualquiera, tomé un lápiz, un cuaderno, y me hice poeta. 


246. Ahora te voy a contar cómo fue que ocurrió el milagro del verso, del canto y del cantor.

EL CANTOR.

247. En la pecadora calle Bellavista, (¿o se llamaba Iquique?). Puerto de Antofagasta, estaba la Casa de Cena “El Dorado”, justito al lado del famoso prostíbulo del maricón Rafael que, años después, fuera encontrado muerto, tirado en la playa, víctima de uno de esos crímenes “pasionales” tan comunes en esta América Nueva (¿?)

248. Esa era tierra de putas y de gatos. De gatos gordos, asexuados y flojos, que llegaban a la Casa de Cena y se paseaban, como Pedro por su casa, entre las mesas y la clientela que los conocía, a todos, y los llamaba por sus nombres, como parte de la noche inevitable.

249. Nosotros nos sumamos a los gatos. En el deambular entre las mesas y en el cariño compartido. Sólo que nosotros llevábamos la música y, vestidos de negro, poníamos la nota de alegría (¿?) a la cena, trasnochada, o la nota romántica si la situación así lo requería.

EL RUBIO.

250. A Don Víctor Hernández lo apodaban “El Rubio”. Nació entre malandrines, se hizo jugador, se jugó la existencia (vale decir, la vida) y creció siendo guapo, sobreviviendo a muchos para darnos la mano y un plato de comida.

251. Desde estas líneas simples lo nombro con respeto y le doy mis saludos y mi eterno recuerdo. Él nos abrió las puertas de su casa, nos ofreció un trabajo y nunca pidió nada.

252. ¿Cuántos años de vida, con una pierna menos, lidiando en el peligro, constante de la noche, vivirá Víctor Hernández con su eterno “Dorado” esperando por tiempos que puedan ser mejores?

253. Cinco años tras las rejas de una prisión infame nos separaron, fieros, y nada fue como antes.

254. Levantar “El Dorado”, tarea de gigantes que sólo “El Rubio” pudo. Y volví muchas veces a cantar en su pista de cabaret moderno que no le quedó bien porque “El Dorado” eterno, el de la calle Bellavista (¿o Iquique?), ya no recibiría a jóvenes con hambre que buscaban la vida.

255. Se acabaron las putas, se murió Rafael, se demolieron casas, se “adecentó” el sector, le pusieron asfalto a las calles de tierra, crecía Antofagasta y sentíamos pena.

256. Se acabaron las noches de cantar en las mesas, los viejos personajes de la vida bohemia buscaron otros rumbos y vagaban perdidos, sin saber donde ir, después de oscurecido.

257. “El Dorado Primero”, “El Dorado Segundo”, “El Dorado Tercero”, El Dorado Cuarto”, “El dorado Quinto” y hoy “El dorado Sexto”.

258. Está bien; el progreso nos cambió el decorado, no sé qué fue del Rubio, de mi Flaco Salcedo (que me enseñó a ser “garza”). ¿Qué fue de Fernandito? ¿Qué fue de Jaime Acory?. Muerto el “Maestro Gallo” ¿quién tocará el saxo alto? En el “tenor” estaba el “Cheo Santelices”, el “Gordo Mena” al piano. ¿Qué será de Juanito? ¿Estará el “Tuerto Chicho”? ¿Y el viejo “Mansos Lomos” que se quedó cantando los versos de “María”?

EL CANTOR (2).

259. Un día desperté. Cambié toda mi vida. Escribí, en un papel, los versos de “Mi Hijo”. Alguien, no sé de dónde, me dictó en el oído las palabras sentidas de ese poema lindo que, hasta el día de hoy, el público me pide y que fue la partida del “artista” que escribe.

260. Hoy me han premiado tanto por mis torpes escritos, por mis sencillos cantos, que el tiempo que te cuento sería una mentira si no estuviera viendo las páginas de un “Diario” que viene de ese tiempo.

261. En la casa del “Rubio”, una casa celeste allá en la calle Prat siete setenta y seis (creo) nació “El Temucano” (sin saber, por supuesto) una mañana extraña que recuerdo y recuerdo.

262. Más de dos mil kilómetros, desde mi punto de origen, tuve que caminar para hacerme poeta. La cosa era atreverse. El caminar la tierra, no importa lo que cueste, hace la diferencia. El hombre que se mueve y el que se queda quieto no pueden ser iguales, es la Ley, en el tiempo.

263. Me fui de Antofagasta con algo de tristeza. No podía quedarme, esa no era mi meta.

EL DESIERTO.

264. Por un interminable camino de calamina rueda el station wagon, con doce pasajeros.

265. Mi guitarra conmigo, yo con mi compañero. La verdad es que me siento bastante protegido por este hermano extraño que me encontré en el Puerto.

266. La noche se ha dejado caer sobre el desierto. Todos duermen tranquilos mientras afuera el viento se lleva los aullidos de las almas en pena, de los viajeros muertos que vagan por la arena.

267. Aquí hubo una guerra, por cosas de los hombres, y cayeron muchachos, en el setenta y nueve, peleando peruanos, chilenos, bolivianos, por esta seca tierra que se mueve y se mueve.

268. Yo miraba asombrado una luna grandota que iluminaba todo (léase, todo, un cerro), mi alma de poeta corría por la pampa y hacía, en mi guitarra, un dúo con el viento.

269. El viaje hasta Arica duraba doce horas, en unas vagonetas de doce pasajeros. Todo era una docena de gentes sudorosas que olían muy extraño para este forastero.

270. La oficina Victoria quedaba en el camino. Y reviví la historia del tiempo del salitre, cuando el inglés nos daba migajas de un tesoro que se llevaba lejos, empobreciendo a Chile.

271. Las horas y el desierto son para un viejo cuento. Recordar y soñar, sentirse aventurero. Poco más de veinte años no es mucho, compañero, pero así se comienza a hilvanar este cuento.

272. Tal vez pueda, algún día, contarte en otros versos cómo años más tarde, este mismo desierto, que era parte de mí, de gozo y sufrimiento, me juntó con dos naves que bajaron del cielo.

273. Pero eso es otra historia, por hoy vamos rodando, bajo viejas estrellas, con apenas veinte años. Siempre al Norte, hacia el Norte. En busca de otro canto, con una herida enorme que me dolía tanto.

274. Siempre tuve una herida que nadie ha conocido. La que me hizo poeta y me mantiene vivo.

EN EL DESIERTO.

275. Aquí, en el desierto de Atacama, donde, si te empinas un poco, puedes tocar el cielo con la punta de los dedos. Hay una historia, que nos cuenta de los hombres que vinieron del azul y luego se marcharon de regreso a ese cielo.

276. Yo viví en ese tiempo. Y conversé con ellos, y los llamaba Dioses (sus nombres no recuerdo). Yo era como tú, en nada era distinto. Sólo era más longevo y de blancos cabellos.

277. Por eso cuando un día, en tiempos de este cuento, yo “adivinaba” el Norte, lecho de mar, es cierto, pero Norte, si vienes desde el extremo Sur de este Planeta Tierra que es desde donde yo vengo.

278. Siempre supe de cosas que los demás no hallaban, ni detrás de las rocas ni en el silbar del viento. En mi casa hay un trozo del valle de la luna que es un pedazo, vivo, de este “duro” desierto.

279. (Sin embargo me bastan un par de gotas de agua para tener el mar, en el Norte, de nuevo).

280. Esta extraña “salida”, del tiempo de mi cuento, me la dictó al oído un sabio, de muy lejos, que pretende, te enteres que eso que llamas tiempo es canto repetido en un círculo eterno.

281 Y si digo “muy lejos” es para que me entiendas, no importa de qué forma, que dentro de ti, dentro, tienes un sol radiante y estás lleno de estrellas y que es un Universo el total de tu cuerpo.

282. ¿Nunca te has preguntado, si has leído hasta aquí, por qué son mil estrofas las que debo escribir?

283. Uno más cero, es uno. Y, más cero siempre es uno. El uno es el comienzo de todo lo creado, de todo lo que existe, de todo lo que tocas. Mil es apenas uno (un poco acompañado).

284. Si entiendes esta clave, por fin te darás cuenta que trabajar por uno, cosa que nadie hace, es mucho más posible, porque es mucho más fácil de conseguir que mil (y uno y mil son iguales).

285. Ahora si tú lees la estrofa número uno verás que tiene veinte palabras muy bonitas. Este veinte es un dos y el dos es la charada: “Un uno, sin un dos, no sirve para nada”.

CAMINO A ARICA.

286. Volviendo a nuestro cuento, yo viajaba en silencio, miraba la ventana, (tanta gente durmiendo) el conductor fumaba, el camino era lento, había mucha tierra que se colaba dentro.

287. El motor ronroneaba una canción de cuna, monótona y pesada y me quedé dormido, no sé por cuantas horas, pero ya amanecido me desperté cansado, con hambre,  entumecido.

288. Yo iba al lado derecho pegado a la ventana. Desperté y un abismo, que nunca imaginé, se extendía allá abajo, debajo de las nubes, no le veía fondo todo era nube y nube.

289. Seguíamos subiendo y las nubes bajando. Salió brillante el sol y debo confesarlo  tuve, yo, mucho miedo de rodar el camino, que era una huella, apenas, entre esos cerros vivos.

290. En la Quebrada de Camarones yo tuve mucho miedo, esa primera vez rodando por el norte.

291.  Rodábamos muy alto, mi corazón saltaba, la puna, en la cabeza, me dolía en las sienes. Empezó la bajada que duró algunas horas. Estábamos muy alto, más arriba que ahora.

292. De pronto una casa, de cartones y latas, con piedras en el techo y más allá, otra casa. Una calle de piedras, angosta como un cuento, se me asomó a los ojos. Estaba en otro tiempo.

(Continuará...)