2446. Se acabó el espectáculo, se acabó el canto, se acabó la
música.
2447. Se cerraban las cortinas de los viejos Teatros y los
actores, todos, al igual que nosotros los cantores, nos preguntábamos de dónde
sacaríamos el pan.
2448. Los dueños de negocios, los empresarios, los dueños de las
“Discos” (léase Discoteques), de los Cabarets, también se quedaron sin trabajo.
2449. Entonces se reunieron (no sé cómo lo hicieron porque estaba
prohibido reunirse) y nombraron a un grupo, incluidos actores y cantantes, para
hablar con las autoridades acerca del problema.
2450. Había quedado cesante toda la gente de la noche. Artistas,
garzones, taxistas, etc.
2451. No había Restaurantes ni salas de baile, de modo que miles
de familias no tenían ingresos.
2452. El Sr. Ministro recibió a los visitantes y después de
escucharlos les dijo que el país no necesitaba de nosotros.
2453. Dijo que este país no necesitaba artistas, ni música, ni
canto, ni lugares de baile ni nada de eso.
2454. "Si quieren trabajar, dijo, vayan a los campos a
sembrar el trigo. Allí hay trabajo para todos. Hagan algo útil o muéranse de
hambre".
2455. Las visitas, proclives al Régimen, se retiraron sin creer lo
que habían oído.
2456. Pero así fue como se prohibió el canto y la alegría.
2457. A la "quena", sencilla flauta de caña de los
indios altiplánicos, y al "charango", primitivo instrumento de la
cultura andina, se les declaró, por ley, "Instrumentos
concientizadores" y los militares entraron en las casas y destruyeron
cientos de estos instrumentos pensando, quien sabe, que salvaban a la Patria de
un terrible enemigo de dulce sonido y cristalino trino.
2458. Así fue. No fue de otra manera. La cultura caía, también,
aplastada por la bota de guerra.
2459. A las mujeres se les prohibió el uso de los pantalones y a
aquellas que se atrevieron a vestir a su gusto les cortaron las piernas, de
esta prenda, con una tijera, en plena calle, entre las burlas y las risas de
los soldados que descubrían muslos generosos y se mofaban, groseros, de las
jóvenes mujeres único blanco de esta ley no escrita, dictada por un androide
que se había bajado, hacía muy poco tiempo, del árbol que era su habitual
domicilio.
DOMINGO EN
PUNTA ARENAS
2460. Sopla el viento de Punta Arenas y escasa gente nos viene a
ver.
2461. Recuerdo aquel Domingo, en Chuquicamata, cuando descubrí mi
odio y me abracé a mi mujer, con una lágrima rodando por mi cara, en un
camerino como este.
2462. (Pienso que tal vez no falte tanto para que los Domingos
sean diferentes).
2463. Sin embargo el aplauso cariñoso, de mi pueblo, me devuelve
el optimismo. Aquí está la vida. En mí está la vida.
2464. En tí está la vida y allá afuera está el camino que conduce al
mañana anhelado que empezaremos a andar, hoy, apenas se apague la última nota
de mi canto.
(Continuará...)