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lunes, 7 de abril de 2014

LA FE

           La fe

Hace algunos años estuve, muy grave, internado mucho tiempo en un hospital.
           De allí salí con muchos kilos menos pero con un tesoro de cosas aprendidas guardadas, para siempre en el corazón, y la tarea de recuperar fuerzas para continuar viviendo.
           Una de las cosas importantes que aprendí es que es muy fácil entrar a un hospital pero es muy difícil salir.
           Estuve mucho tiempo postrado en una cama y mi vida transcurría en la incertidumbre de no saber si mañana amanecería vivo o no vería nunca más amanecer.
           Al otro lado de la habitación estaba la ventana y se veía un pedazo de cielo, de invierno, que llovía a veces y entonces me daban ganas de llorar.
           Nunca pensé que algún día no iba a ser capaz de caminar hasta la ventana. Ni siquiera de bajarme de la cama. Ni siquiera de comer por mi mismo.
           Una joven enfermera lavaba mi cuerpo y al comienzo tuve vergüenza de eso pero después me acostumbré.
           Mientras hacía su trabajo me decía que tuviera fe porque la fe era el mejor y más potente remedio que había en el hospital y era tan poderosa que seguramente, si yo la tenía, me sacaría de allí.
           Me daba mis remedios y me decía que los tomara con fe para que hicieran su efecto sanador.
           Repasé mi vida y descubrí que había hecho muy poco por los demás.
           Un día mi esposa me dio un beso en la frente y aprendí que no estaba solo.
           El doctor pasaba en la mañana, me auscultaba, recetaba el tratamiento para ese día, ponía y sacaba medicamentos y me decía que tuviera fe porque la fe era el remedio más potente que había en el hospital.
           Una paciente de la sala contigua, que ya podía levantarse, me venía a ver y me decía que tuviera fe y que ya me iba a mejorar.
           ¿Por qué esa palabra? ¿Por qué tanta repetición de esa palabra? ¿Será acaso porque es verdad que “no hay ateos en las trincheras” y ese es un lugar de desesperación?
           Hasta mi cama llegaron tipos con la Biblia en la mano, chamanes con hierbas medicinales, sanadores con plegarias, inciensos y velas, mujeres vestidas con túnicas de color violeta y con invocaciones a los “Maestros Ascendidos” (¿?).
           Prohibí que vinieran pero siguieron viniendo y, al fin de cuentas, no sé qué fue lo que me sacó de allí.
           Era terrorífico el momento de la medición diaria del nivel del veneno que había en mi sangre, que comenzó un día a bajar, lentamente, hasta que llegó el momento en que permitió que me sometieran a una intervención quirúrgica que me salvaría la vida.
           Así entré, un día, a al quirófano rezando el padrenuestro y salí de allí haciendo lo mismo.
           Estuve en la sala de recuperación, esperando no morirme, y volví a mi habitación y a mi cama sin saber que pasarían tantas semanas antes de volver a casa.
           Sufrí dolores, vejaciones, malos tratos y cariño, mucho cariño.
           Volvió la enfermera, volví a ver la ventana, que ahora parecía más lejos que nunca, y pensé que jamás saldría de allí.
           Después regresaron los curanderos, los rezadores, los místicos, los brujos, los echadores de cartas, los encendedores de velas e inciensos, los recitadores de fórmulas mágicas, etc.
           Se trataba de mi recuperación y había que recuperarme (¿?). ¿Para qué? Entiendo a mi gente, pero no a esos tipos ni a esas mujeres que yo jamás había visto y que desplegaban tal cantidad de parafernalia que, cuando se iban, yo buscaba mi ser interno y sentía alivio cuando algo me decía que todo iba por buen camino.
           Entonces llegaba la enfermera y me decía que todo estaba bien y que tuviera fe. Entonces llegaba el médico y me decía que todo estaba bien y que tuviera fe. Entonces recordé un libro que tiene como título las palabras “Mágica fe” y decidí leerlo apenas me fuera posible. (Hoy ocupa un lugar de privilegio en mi biblioteca porque tiene un tremendo significado para mí).


           ¿Existe la fe? ¿Es algo más que un placebo? ¿Es verdaderamente mágica? ¿Será verdad que teniendo la certeza de que “eso” va a ocurrir, ocurre?

Fragmento "El Vuelo Del pensamiento" de T.F.

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